Las cosas por su nombre
Por Ramón Alfonso Sallard
La igualdad sustantiva define a izquierda y derecha
La díada izquierda-derecha, que lleva más de dos siglos y que ha definido la división de las ideologías y de los movimientos políticos, permanece activa y vigente, pese a la intención del mundo unipolar de diluir sus frontera o declarar su inexistencia. El tema de la igualdad, según Norberto Bobbio, es lo que define la adscripción en uno u otro hemisferio.
La derecha, desde Alexis de Tocqueville, postula que los débiles quieren rebajar a los fuertes a su nivel, lo cual “conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a la desigualdad en la libertad”. En su versión más radical –el darwinismo social—, la derecha reivindica la sobrevivencia del más fuerte.
La tercera vía de Anthony Giddens ha tenido breve vigencia: la realidad política se impuso en sentido opuesto a su planteamiento teórico. Pero es evidente que acertó en lo que el futuro deparaba a las políticas radicales. Hoy en día, la política más radical es la igualdad sustantiva no sólo entre hombres y mujeres, como lo reclama el segmento mayoritario del feminismo, sino también entre la diversidad sexual.
En realidad, tendríamos que hablar en plural de izquierdas y derechas, como ocurre en España, no en singular, como suele hacerse en México. Y es que existe variedad de posturas y criterios en la díada. Lo mismo sucede con los movimientos feministas y LGBT. Por ejemplo, el feminismo queer, teoría desarrollada por Judith Butler, rechaza las categorías rígidas respecto de la sexualidad, la orientación sexual y la identidad de género.
Cierto que, desde sus inicios, a finales del siglo XVIII, hasta la fecha, la distinción entre izquierda y derecha ha cambiado de significado según la época. Algunas ideas consideradas de izquierda en determinado tiempo y contexto, en otro momento han sido identificadas con la derecha. El antagonismo entre liberales y conservadores en el siglo XIX es el más claro ejemplo. Posturas calificadas de izquierda entonces hoy se encuentran a la derecha.
Giddens no fue el primero que planteó la tercera vía en 1998 (titulado originalmente The Third Way), centrada en la renovación de la socialdemocracia, aunque sí fue el que desarrolló con mayor amplitud esta teoría. El mismo Bobbio esbozó una convergencia o tercera vía al centrar su atención en propuestas políticas que intentaban conciliar ideas contrapuestas y aparentemente incompatibles como el liberal-socialismo o la revolución conservadora.
Sin embargo, ninguna de las terceras vías planteadas por estos teóricos –y por varios más que se sumaron a la búsqueda—lograron hacer compatibles en la praxis política al fascismo y al comunismo, a pesar de que ambos tenían como enemigo común a la democracia liberal.
Hay movimientos transversales, como el de los verdes, pero también algunos feminismos y otros de la diversidad sexual que, vistos de manera segmentada, unos se ubican a la izquierda y otros a la derecha. En el caso de los verdes, la izquierda concibe una forma distinta de relación entre el ser humano y la naturaleza, mientras que la derecha sigue considerándola como objeto susceptible de convertirse en servicio. El feminismo retro o de derecha, a su vez, pugna por romper el techo de cristal de manera individual, en tanto que el feminismo de izquierda entiende que, si ese techo no se rompe de manera social y colectiva, el sistema patriarcal prevalecerá mucho tiempo. El movimiento LGBT de izquierda lucha por derechos –como el principio de igualdad y no discriminación–, pero el segmento derechista del movimiento se concibe a sí mismo como unidad económica empoderada por su capacidad de consumo.
La esencia de la distinción entre derechas e izquierdas, según Bobbio, es la diferente actitud que las dos partes muestran sistemáticamente ante la idea de la igualdad. En la conducta moral de quienes se asumen de izquierda tiene mayor importancia todo aquello que hace iguales a los seres humanos, incluidas las políticas que reducen los factores de desigualdad. Los derechistas, en cambio, están convencidos de que la desigualdad es consustancial al ser humano, y que ni siquiera debe plantearse su reducción.
La postura igualitaria no significa que los seres humanos somos iguales en todo. Hay aspectos que nos hacen también diferentes. Por ejemplo, somos iguales ante la muerte, pero desiguales frente a la forma de morir. La izquierda da mayor relevancia a los derechos y deberes, es decir, enfoca su atención en remover los obstáculos que convierten a las personas en desiguales.
El ideal de libertad es otro punto de desencuentro entre izquierda y derecha. Distingue el universo político entre una y otra no en los fines, sino en el método y en los medios para conseguir esos fines.
En su libro “Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales”, Giddens plantea que el radicalismo político ha sido normalmente asociado con una posición política de izquierdas, en oposición a la postura retrógrada del conservadurismo. Pero en la época que su texto vio la luz pública (1994), un año antes de que Bobbio publicara su obra “Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política”, que en su natal Italia se convirtió rápidamente en un bestseller (vendió más de 200 mil ejemplares en 1995), la izquierda se había vuelto defensiva, mientras que la derecha se había hecho radical en nombre de la libertad de mercado, “sin importarle los obstáculos de la tradición y las costumbres que pueda encontrar en su camino”.
Para explicar ese estado de cosas, Giddens desarrolló un nuevo marco en el que inserta el radicalismo de derecha o conservadurismo político, pero aplicando este punto de vista al servicio de los valores que normalmente se han asociado con la izquierda.
Un claro ejemplo de lo que planteó el teórico británico es el libro firmado por un ultraderechista chileno, Axel Kaiser, titulado “La tiranía de la igualdad. Por qué el proyecto de izquierda destruye nuestras libertades y arruina nuestro progreso”. El texto, publicado en 2018, inicia con el siguiente epígrafe atribuido a Alexis de Tocqueville:
“Hay en el corazón humano un gusto depravado por la igualdad que lleva a los débiles a querer rebajar a los fuertes a su nivel y que conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a la desigualdad en la libertad”.
Frente al radicalismo de la derecha que postula el darwinismo social en pleno siglo XXI, la izquierda abandonó el papel defensivo al que hizo alusión Giddens. En México, por ejemplo, después de las reformas constitucionales de 2011 en materia de derechos humanos y amparo, luchó y logró el reconocimiento de derechos conforme al principio de igualdad y no discriminación.
Las discusiones en torno a este principio suelen transitar por tres ejes: 1) la necesidad de adoptar ajustes razonables para lograr una igualdad sustantiva y no meramente formal entre las personas; 2) la adopción de medidas especiales o afirmativas, normalmente llamadas “acciones afirmativas”; y, 3) el análisis de actos y preceptos normativos que directa o indirectamente (por resultado), o de forma tácita, sean discriminatorios.
En resumen: la izquierda pugna por derechos para todos, la derecha transforma los derechos en servicios. La izquierda reconoce los derechos individuales, pero asume como prioritario el interés social. La derecha pugna por la prevalencia de lo privado sobre lo público.
Vaya, hasta en el cerebro humano, que se divide en mitades, existe la díada izquierda-derecha. El hemisferio izquierdo se especializa en el pensamiento analítico, el lenguaje, la lógica y las matemáticas. Procesa la información de forma secuencial y lineal. El hemisferio derecho domina las habilidades visoespaciales, la imaginación, la creatividad y las emociones. Procesa la información de forma global e intuitiva.
Ambos hemisferios están conectados por un cuerpo calloso que permite la comunicación constante e interdependiente. Esta interacción es fundamental para todas las funciones cognitivas. El hemisferio izquierdo, por ejemplo, decodifica las palabras, mientras que el derecho interpreta el significado y la entonación. Otro más: el hemisferio derecho crea la imagen, mientras que el izquierdo controla los movimientos precisos de la mano.
Como corolario, es viable preguntarse: ¿Por qué a la mano derecha se le dice diestra y a la mano izquierda siniestra? Yo no tengo la respuesta. Hay quien atribuye a la Iglesia Católica esta distinción, por el pasaje de Jesucristo “sentado a la diestra del señor”. Pero la “santísima trinidad” –padre, hijo y espíritu santo—puede tener también otra interpretación: Si bien Jesús está a la derecha de Dios, Dios está a la izquierda de Jesús.