Las cosas por su nombre

Por Ramón Alfonso Sallard

Xóchitl Gálvez es un mal chiste. Con frecuencia, la versión femenina de Vicente Fox produce pena ajena a sus interlocutores. Sin embargo, su incultura, y en ocasiones la supina ignorancia que muestra al abordar temas elementales, no la han inhabilitado para opinar de cualquier cosa. Al contrario: es una persona sin miedo al ridículo. Sus constantes traspiés, torpezas, vulgaridades y francas tonterías tampoco han desanimado a la derecha, pues sus patrocinadores creen todavía que la hidalguense es el prototipo del mexicano común, y que su forma de ser puede arrebatar votos a la 4T entre los pobres. Se trata, evidentemente, de una lectura prejuiciosa, clasista y racista de las élites mexicanas que no tiene sustento en la realidad.

En mayo de 2021, el periódico Reforma publicó un artículo titulado “¡Vas, carnal!”, mediante el cual su autor aleccionaba a empresarios sobre cómo debían hablarles a los empleados para influir en su voto. Desde Coparmex promovieron el texto como “un buen ejemplo para codificar el mensaje”. El artículo de Eduardo “El Chachas” Caccia causó hilaridad en redes sociales por su clasismo. No obstante, los conservadores han persistido con Xóchitl en el error, por una lectura equivocada de los resultados electorales de 2021 en la Ciudad de México. La derecha no ganó varias alcaldías por aplicar el habla coloquial recomendada, sino por el accidente de la Línea 12 del Metro, tan pésimamente construida por Marcelo Ebrard.

Quienes construyeron la candidatura presidencial de Xóchitl –Claudio X. González, Héctor Aguilar Camín, Jorge G. Castañeda y Enrique Ktauze, entre otros—partieron de una premisa equivocada: que la panista representa al pueblo por su origen indígena, porque salió adelante vendiendo gelatinas, porque estudió una carrera universitaria y porque después se convirtió en una empresaria exitosa. Además, porque habla como cualquier mexicano de clase media hacia abajo: con albures y groserías. Su historia personal de éxito serviría como ejemplo a seguir para los más pobres.

En contraste –decían—Claudia era una clasemediera privilegiada. En su niñez no había necesitado trabajar como Xóchitl, vendiendo gelatinas; por el contrario, practicó el ballet, una disciplina reservada a los pudientes. Además, había obtenido su doctorado en una universidad estadounidense de élite. Una fifí, pues. Por ello, cuando recién empezaban las precampañas, los patrocinadores de la panista se atrevieron a decir que “la esperanza había cambiado de manos”.

Lo que estaban haciendo era construir la marca. Una vez que el producto estuviese posicionado en el mercado político-electoral, vendría la campaña en serio. Por un lado, se fortalecería la figura de Xóchitl, y por el otro se desacreditaría la imagen de Claudia, así fuese mediante fake news. Para eso existían los trollcenter operados desde el exterior, como ha quedado claro en los últimos días, con la campaña de “narcopresidente” y “narcocandidata” en la red social equis.

Pero mucho antes de llegar a este punto, la burbuja que impulsaba a Xóchitl se desinfló, por causas no sólo atribuibles a su persona y equipo, sino también a las marcas políticas que la respaldan: PRI, PAN y PRD. El descrédito de estos partidos es monumental. Por consiguiente, la marea rosa, opción ciudadana que intentó resguardar y favorecer la candidatura de Gálvez, si bien ha logrado movilizaciones importantes, sólo ha convocado a los convencidos, no a los indecisos. El subterfugio de la sociedad civil que la apoya no ha podido atraer nuevos electores, tal como lo relevan todos los estudios de opinión de empresas encuestadoras serias. Después de todo, quienes voten por ella tendrán que hacerlo cruzando la boleta con los nombres de los desprestigiados partidos políticos que la apoyan, y eso no es para nada atractivo, por más marketing político que despliegue su equipo de campaña.

Si Xóchitl fuera un jabón, la publicidad se enfocaría en crear una necesidad de ese producto entre los potenciales consumidores. Pero en política opera la propaganda, no la publicidad. Aunque algunos consultores creen que es lo mismo, están equivocados. La propaganda también pretende crear una necesidad en la población y en los potenciales votantes, pero, a diferencia de la publicidad lisa y llana, la necesidad que genera la propaganda está basada en el “sentido de pertenencia”.

Y justo en ese renglón es donde las expectativas se desvanecen, pues ¿quién querría, a estas alturas, en su sano juicio, pertenecer a una causa en la que estuvieran involucrados esos partidos políticos? Sobre todo, frente al aumento de salarios y el acceso a diversos programas sociales del grueso de la población. ¿Qué ofrece la oposición? ¿Será suficiente –como lo escribió el tal Caccia en Reforma—con hablarle a los empleados como sus patrones creen que deben dirigirse a ellos para convencerlos de que lo mejor es votar por la derecha? Veamos:

“Te escribo a ti, sí, tú, que te la rifas toda la semana en la chamba. Tú, que con orgullo llevas lana a tu cantón, ganada con esfuerzo. A ti, que quieres un mejor futuro para tus hijos y que te preocupa que sepan lo que haces para ganar el chivo cada semana. Quizá tu familia no te ha visto romperte la madre detrás de una máquina todo el día, quizá tus chavos no saben lo que es salir de casa en la madrugada, tomar dos o tres camiones para llegar a la planta, a veces con un atole encima y a veces ni eso. ¡Está cabrón! ¿No?

“A ti, que eres parte de una empresa en la que alguien decidió arriesgar su poca o mucha lana, para hacer negocio, sí y para dar empleo también. Sin ese güey, el patrón, no habría jales, no habría puestos de trabajo. No te voy a salir con que todos los patrones son santos, hay de todo, como en botica, unos son ojetes, muchos más son buena onda […] Entre más buenos patrones haya, más trabajo para todos, y entre más empresas, más competencia y, ¿sabes qué?, ¡mejores salarios!

“A lo que voy, derecha la flecha al pecho, pues. Ya vienen las elecciones […] Es un día muy importante para México, y también para ti y tu familia. Te explico. No sólo te convienen a ti y a tus hijos. Te la pinto muy clarita: te conviene que ganen los que hacen que haya más chamba para la gente. Ahora, yo sé que todos dicen que van a hacer eso, nooooo, si pendejos no son. Pero hay muchos bien mentirosos. Te cuento, pa’ que sepas.

“[…] Te lo voy a decir, nomás no se lo cuentes a nadie. Estos de Morena y sus aliados dicen una cosa, pero hacen otra. Traen el cuento de que quieren acabar con la corrupción, pero en el fondo son peores que los demás […]

“¿Te digo lo más cabrón? El presidente ha espantado el dinero de México. Tenemos menos empresas y menos chamba. Él y sus diputados no se dan cuenta que viven del dinero que les pagas tú, con tus impuestos, del dinero que paga tu patrón con los impuestos de la empresa. Por eso, mi buen, el día de la votación piénsale bien por quién vas a votar, si por quien apoya que tengas chamba o por quien reparte dinero que no se ha ganado.

“Y si no pensabas ir a votar, ¡no la chifles que es cantada!, tienes que salir a votar y tienes que convencer a tus compas de ir a votar. Tu voto va a decidir si tus hijos van a tener chamba cuando crezcan o van a tener que esperar a que un político tramposo les dé lana que no es de él.

“Piensa en tu familia, ¡vas, carnal!”

La perorata de “El Cachas” Caccia, que infantiliza a los trabajadores y romantiza la explotación laboral, ha revivido en la actual campaña, pero en versión turbo. ¿A qué país y a qué votantes creen que le están hablando?

La candidatura de Xóchitl ha resultado tan fallida que el presunto voto duro de la derecha está dudando en salir a respaldarla el día de las elecciones. Las vulgaridades de la hidalguense –como eso de pegar el chicle bajo la silla el día de su registro ante el INE– o brincar como adolescente a la menor provocación, ha generado rechazo en las élites. Me consta que algunas mujeres clasistas y elitistas detestan a Gálvez casi tanto como abominan a López. Para ellas, la hidalguense es más corriente que una galleta de animalitos. No la imaginan en la Presidencia. No se sienten representadas por ella. Menos aún comparten el sentido de pertenencia que es necesario para respaldar una causa.

Hace tiempo votaron por el idiota de Fox y la decepción fue grande. No cometerán el mismo error. Lástima, dicen, que no se puede cambiar de jinete a la mitad del río. Tan buen candidato que habría sido Santiago Creel. Ante la inevitabilidad de la candidatura de Xóchitl, así como la inexorabilidad de su derrota, están pensando seriamente en votar solamente por los candidatos a diputados y a senadores de esa coalición, para evitar así que el presidente obtenga la mayoría calificada. De ninguna manera pueden permitir que se consuma el Plan C.

Si estas voces fueran más afectas a la lectura, quizá avalarían las palabras de Carlos Marx en su libro “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. El primer párrafo recoge la siguiente sentencia: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”.

Por Redaccion

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