Las cosas por su nombre

Por Ramón Alfonso Sallard

La nota publicada este 22 de febrero en New York Times, “EE. UU. Indagó acusaciones de vínculos del narco con aliados del presidente de México”, firmada por los reporteros Alan Feurer y Natalie Kitroeff, es un auténtico fraude periodístico. Llamar reportaje a ese texto, o incluso suponer que se trató de un trabajo de investigación, es no tener la menor idea de las reglas básicas del oficio.

Se trata de una clara fabricación, que vulnera el conjunto de deberes éticos a que están obligados los reporteros de un medio de comunicación presuntamente veraz e independiente. La deontología del periodismo proclama que los hechos son la base o cimiento del ejercicio profesional, independientemente de la línea editorial del medio de comunicación, o de la postura ideológica y política del reportero. Pero los hechos están ausentes en el material de marras, al igual que las pruebas, e incluso las fuentes mismas de información.

El texto completo en español se puede leer en el siguiente vínculo: Aliados de AMLO indagados por EE. UU. por supuestos vínculos con el narco – The New York Times (nytimes.com)

En febrero de 1985, a propósito de la publicación del libro “Dos poderes” de Manuel Becerra Acosta, Julio Scherer García, el mayor periodista que parió este país en el siglo XX, ofreció una perla de lo que significa la profesión y el oficio: “Al periodista lo avalan los hechos. Sin ellos está perdido” (Proceso No. 431). Don Julio se refería a los hechos que sustentan un trabajo periodístico, pero también a los hechos que avalan un ejercicio profesional y una trayectoria.

Si se analiza la nota párrafo por párrafo, resulta claro que fue redactada con premura, y por ello exhibe contradicciones flagrantes. Una parte es totalmente especulativa, pero hay otra en la que los reporteros afirman algo que no les consta. El texto no estaba programado para publicarse ayer, en el transcurso del día, como ocurrió. Sin embargo, la revelación de la carta que le fue enviada al presidente de la República por la jefa de la corresponsalía del diario neoyorquino en la víspera los obligó a difundir su material unas horas después de que concluyera la mañanera.

En su conferencia matutina, AMLO difundió la misiva completa, haciendo énfasis en su tono prepotente y acusatorio. Tan prepotente era la redacción que otorgaba al presidente un plazo perentorio que vencía a las 5 de la tarde del día anterior para responder el formulario de varias preguntas, o de lo contrario sus comentarios serían excluidos de la versión final.

El presidente decidió responder en vivo, y con dureza, después de leer cada pregunta. Al final, tildó de calumniadores a los reporteros. Los opositores inundaron de inmediato las redes sociales especulando con el contenido del “reportaje” que publicaría el diario. Varios de ellos denunciaron que el mandatario había difundido el número telefónico de la corresponsal Natalie Kitroeff, incluido en la carta, lo cual vulneraba su privacidad y la colocaba en situación de riesgo. El debate entre partidarios y críticos de la 4T se intensificó en diversos espacios mediáticos.

Minutos antes de dar a conocer la carta en su mañanera, López Obrador había explicado por qué concedió la única entrevista exclusiva que ha dado en el sexenio a la periodista Inna Afinogenova, de nacionalidad rusa, que trabaja en Canal Red español, dirigido por Pablo Iglesias, ex dirigente del partido político de izquierda Podemos. Detalló que lo hizo no sólo porque respeta a su entrevistadora, a quien considera buena periodista, sino también porque era su forma de apoyar al medio de comunicación español, por su profesionalismo y objetividad. Incluso, AMLO instó a sus seguidores a respaldar este tipo de proyectos alternativos, en lugar de suscribirse a los grandes medios convencionales como el New York Times, que son injerencistas y que se encuentran al servicio de la oligarquía. La entrevista en Canal Red, que se difundió el martes pasado, llevaba más de un millón de vistas en youtube en apenas dos días. La entrevista completa se puede ver y escuchar en el siguiente vínculo: https://www.youtube.com/watch?v=NFXnnFYRq9g

Lo que hizo AMLO fue incrementar la expectativa sobre la nota del NYT, a sabiendas de que no había ningún elemento probatorio que respaldara el trabajo reporteril. De manera pública exigió al gobierno estadounidense una aclaración oficial sobre el tema. El globo especulativo se desinfló menos de cinco horas después. Primero fue la Casa Blanca –mediante el vocero de Seguridad Nacional—la que negó que hubiese existido una investigación en torno a López Obrador, a su núcleo familiar o a sus colaboradores cercanos; luego, el propio medio, al publicar su deficiente material, sepultó por completo el trabajo de sus reporteros. Como se dice en el ámbito reporteril “mató la nota”.

El influyente diario neoyorquino, en el que, por cierto, el magnate mexicano Carlos Slim es el principal accionista individual –dato importante—publicó un pequeño comentario editorial, respaldando el trabajo de sus reporteros, y luego difundió el texto largamente esperado. Fue totalmente decepcionante. Puros fuegos de artificio. El montaje se desmoronó.

Dice uno de los párrafos clave de la nota:

“Buena parte de la información recolectada por los funcionarios estadounidenses provenía de informantes cuyos testimonios pueden ser difíciles de corroborar y en ocasiones resultan ser incorrectos. Los investigadores de EE. UU. obtuvieron la información mientras seguían las actividades de los cárteles del narcotráfico, y no está claro qué tanto de lo que los informantes les dijeron fue corroborado de manera independiente”.

Es decir, la nota carece de elementos probatorios, los testimonios no son confiables, ninguna autoridad estadounidense confirmó las especulaciones del medio y los reporteros tampoco identifican fuente alguna de información. Solamente dicen haber hablado “con tres personas con conocimiento del tema” que, por supuesto, “no tenían autorización de ofrecer declaraciones públicamente”.

Desde que respaldó la versión oficial estadounidense de “la existencia de armas de destrucción masiva en Irak”, información falsa que sirvió de pretexto para que los gringos invadieran ese país en 2003, la ética de The New York Times ha sido tan flexible, que su contenido puede competir fácilmente en sensacionalismo y falsedad con los tabloides que circulaban en esa ciudad a fines del siglo XIX. 

En esa época, dos grandes editores se disputaban la atención del público con modelos de comunicación bastante escandalosos. Entonces como ahora “la verdad era irrelevante”. Bastaba con tener cierta verosimilitud. Esos editores eran Joseph Pulitzer –al que debemos el máximo galardón del periodismo en EU– y William Randolph Hearst, quien sirvió de modelo al gran Orson Wells para su película El Ciudadano Kane. Ambos editores practicaban el sensacionalismo extremo en sus diarios. En ese tiempo se acuñó también el término “amarillista” para identificar el tipo de información escandalosa y manipulada que difundían. En su origen, fueron llamados así por el color del papel en el que se imprimían. Dos de los diarios más famosos con estas características fueron el New York World y el San Francisco Examiner.

En la actualidad, el sensacionalismo –según el Diccionario de la Lengua Española– es la tendencia de algunos medios a producir emoción o impresión con noticias o sucesos, mientras que el amarillismo es una modalidad exagerada del sensacionalismo, que llega a la invención de datos o imágenes acerca de algún acontecimiento. Es precisamente lo que hace en la actualidad The New York Times: las mentiras sólo son exitosas si son enormes y se repiten sin cesar. Por eso AMLO reaccionó con rapidez. Simplemente apabulló al medio al responderle en vivo desde la mañanera.

Por Redaccion

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