Los idus de marzo 30 años después (V)

Por Ramón Alfonso Sallard

El 19 de marzo de 1994, el coordinador general de la campaña presidencial priista, Ernesto Zedillo, le envió una carta de cinco cuartillas a Luis Donaldo Colosio en la que le propone establecer “un pacto político” con el presidente Carlos Salinas y “acordar” con él cómo se haría la crítica a su gobierno, percibida por la opinión pública como “demoledora”, a partir del discurso del 6 de marzo –“veo un México con hambre y sed de justicia”– en el Monumento a la Revolución. Su análisis se divide en cuatro puntos: el presidente, Manuel Camacho, el equipo de campaña y el PRD (comparto al final el texto íntegro de la carta).

Al este último partido lo califica como “oposición errática que no trabaja únicamente para ganar los votos”, pues se comporta “como una fuerza que va por el desorden, el conflicto poselectoral y una negociación en la que obtengan algo de lo que no les dará la vía electoral”. Por ello le sugiere a su jefe “montarnos” en el acuerdo de civilidad que, en esos días, habían firmado todas las fuerzas políticas contendientes, con el propósito de “neutralizar al PRD” y “lavar culpas pasadas”.

Al equipo de campaña, presuntamente bajo su coordinación, Zedillo no le otorga crédito alguno. Por el contrario, advierte “claras deficiencias”, “calidad insuficiente en los recursos humanos” y “falta de coordinación”, entre otras cosas. En su opinión, el equipo de campaña y el PRI requerían una reestructuración a fondo, al igual que la implantación de una nueva disciplina de trabajo.

A la yugular se le va a Manuel Camacho. Según su criterio, el comisionado para la paz en Chiapas “busca desde la sustitución directa del candidato del PRI”, hasta convertirse en 1995 en el líder de una fuerza opositora importante y decisiva en el curso del país. “Sus opciones –continúa– pasan también por ser candidato de un partido distinto al PRI, o beneficiario de la presidencia como resultado de una negociación poselectoral”. Por ello urge a Colosio a empujar al disidente a la oposición: “No es conveniente que siga siendo oposición activa sin tener los riesgos y dificultades de una oposición declarada y formal”.

Al presidente Salinas, en cambio, Zedillo lo halaga hasta la ignominia. Incluso escribe “Señor Presidente” con mayúsculas, en forma claramente reverencial. Razona: “Como es de esperar, y legítimo desde cualquier punto de vista, la prioridad del Señor Presidente es concluir satisfactoriamente su mandato. Así servirá mejor al país y a su enorme orgullo de hombre de Estado (…) La combinación de la soledad del 6º año, la pérdida, anulación o distanciamiento de hombres de confianza y la tarea calculada y deliberada de algunos, dan una mezcla sumamente propicia para que vaya perdiendo importancia en el ánimo presidencial el cuidado de la sucesión. Después de todo, él debe pensar que su parte más importante, la de, en su oportunidad, apoyar tu candidatura, ya la cumplió, y que con ese impulso inicial la tarea por cumplir es esencialmente tuya. Es de esperar que se esté dando una influencia muy tenaz para desacreditar el valor de tus capacidades y de tu lealtad”.

En otra parte de la misiva, Zedillo apremia a Colosio:

“Tal como te lo propuse desde enero, debe establecerse clara y precisamente una alianza política con el Señor Presidente. Debes ofrecer toda tu lealtad y apoyo para que él concluya con dignidad su mandato; no debes pedirle más que su confianza en tu lealtad y capacidad, externarle tu convicción de que él ya cumplió con la parte más importante de la sucesión y que ahora harás tú lo que a ti te corresponde; que como parte de la estrategia de campaña se requiere un candidato que la gente sepa que no será manipulado por el presidente Salinas, pero que goza de su confianza y aprecio, y para eso es necesario que haya un acuerdo explícito sobre cómo se producirá esa percepción en la opinión pública. Cada vez que haya que señalar tareas pendientes y deficiencias del Gobierno, mediará notificación previa y se será receptivo a observaciones sobre la forma de decirlo. Insisto, mi propuesta de celebrar este pacto es independiente de mi admiración y agradecimiento por el Señor Presidente. Es una recomendación elemental, yo diría de libro de texto, de estrategia política”.

EL RECLAMO DE ZEDILLO POR LA DIFUSIÓN DEL DOCUMENTO

El diario Reforma publicó íntegra la carta de Zedillo a Colosio el 3 de octubre de 1995. La difusión del documento significó un terremoto político. Desde Los Pinos, donde operaba el ex vocero colosista Liébano Sáenz, en su nueva función de secretario particular del presidente, atribuyeron la filtración a Alfonso Durazo, ex secretario particular de Luis Donaldo, quien había sido designado el día anterior como secretario de Divulgación y Propaganda del CEN del PRI. Su presidente, Santiago Oñate, había anunciado su nombramiento en la víspera mediante un comunicado de prensa. el 2 de octubre de 1995.

El miércoles 4 de octubre, Reforma publicó una carta de inconformidad enviada por el presidente de la República al dueño y director general del diario, Alejandro Junco de la Vega. En ella el mandatario expresó su “más profunda inconformidad” por la difusión de una misiva “personal” al candidato, y luego argumentó:

“No encuentro ninguna razón moralmente válida para revelar una comunicación estrictamente privada hecha desde la perspectiva de una relación de trabajo, amistad y comunicación de ideales, que sólo concernió al lic. Colosio y a un servidor. Considero que la publicación de la carta viola las más elementales reglas de la ética periodística que ustedes mismos han sustentado de tiempo atrás”.

Todavía más:

“Tan lamentablemente como la publicación de la carta, es el uso que ustedes le dan para introducir, en medio de los elementos informativos de la nota, algunas insinuaciones y conjeturas respecto a un crimen que sigue agraviando a todos los mexicanos y que no descansaremos hasta que se aclare plenamente y se haga justicia”.

Junco respondió en entrevista con Proceso (No. 988, 09/10/95): “para mí no está ni cerca de ser discutible la publicación de ese documento”. Y añadió: “en el asunto de si nosotros tenemos o no razón de haber publicado la carta, desde luego respeto la manera de pensar del presidente, pero nosotros pensamos que tenemos no solamente el derecho sino la obligación. Desde el momento que estuvo en nuestras manos el documento de Zedillo, Reforma tenía dos opciones: la autocensura o cumplir con nuestra responsabilidad frente al lector. Desde luego que dado que nuestra misión es informar, elegimos lo segundo”.

En la misma publicación, Alfonso Durazo terció: “Es ciertamente un documento personal, mas no íntimo […] es un documento privado, pero de una gran trascendencia pública, y en ese sentido no me parece que el diario Reforma haya faltado a ninguna elemental o elaborada ética periodística […] Me parece que es un documento de gran valor, sin cuyo contenido no se entiende o no se entendería un tramo importante de la historia del país”.

Aseguró, además, que la carta de Zedillo a Colosio, “prueba la ruptura entre el presidente y el candidato”, base de una de las “hipótesis fundamentales” de la investigación, sumamente arraigada en el ánimo de la opinión pública: “que la autoría intelectual del crimen radicó en los personajes que ocuparon Los Pinos en aquel tiempo, específicamente José Córdoba Montoya y Carlos Salinas”.

El sonorense negó haber sido él quien filtró la carta a Reforma, pero confirmó que, mediante declaración ministerial, rendida dos meses atrás ante al fiscal especial Pablo Chapa Bezanilla, entregó cinco cajas del archivo de Colosio con documentos diversos, entre los que se encontraba la carta de Zedillo.

Durazo explicó en aquella ocasión que había decidido no aceptar el cargo en el CEN del PRI, al que lo había invitado Oñate –se lo escribió en su carta de renuncia–, para estar en libertad de responder, puntualmente, a cada uno de los señalamientos o imputaciones que se hicieran en su contra.

NOMBRAMIENTO DE ZEDILLO: LAS SOSPECHAS

Los colosistas no sólo temieron que su candidato fuera reemplazado por Manuel Camacho, tras su papel protagónico en Chipas: antes les despertó las mismas reservas su coordinador de campaña, pues veían esta posición como una candidatura alterna tramada por José Córdoba. Así lo reveló en su momento el periodista regiomontano Federico Arreola, quien vivió muy de cerca las entretelas de la sucesión y de la campaña, en virtud de su cercana amistad con el sonorense, a quien acompañaba a todos lados. Era de la comitiva permanente.

El 7 de diciembre de 1993, poco después del destape, el articulista escribió en Reforma:

“Hay que ser sinceros: ni los priistas ni la opinión pública han aceptado con entusiasmo el nombramiento de Ernesto Zedillo como coordinador de la campaña electoral de Luis Donaldo Colosio […] A Zedillo se le considera un hombre inteligente y profesionalmente muy capacitado, pero no se le ven aptitudes para desempeñar un puesto, el de dirigir una campaña presidencial, que exige la mayor vocación política”.

En el mismo artículo, Arreola calificó al coordinador de la campaña colosista como “tecnócrata” y se refirió largamente a su formación. Le causaba gracia que le gustara usar su título de doctor. Lo que más le preocupaba, sin embargo, era el tema de la sustitución:

“Más grave que el ser calificado de imposición de Córdoba, es para Zedillo, y desde luego para Colosio, el hecho de que se esté viendo al coordinador de la campaña como un candidato alterno. Esto significa que los dirigentes del sistema político mexicano pusieron a Ernesto Zedillo fuera del gabinete presidencial, de tal forma que no estuviese impedido por la ley para ser él mismo candidato en caso de que Luis Donaldo tuviese que renunciar, por cualquier razón, a su candidatura.

“En la misma dirección se está comentando otra posibilidad: la del erasmazo. ¿Qué es esto? Erasmo Garza, popular ex alcalde de Guadalupe, Nuevo León, fue nominado en 1991 candidato a diputado federal, llevando como suplente al colosista Agustín Basave Benítez. Todos los nuevoleoneses sabían, excepto Erasmo, que el entonces líder del PRI, Colosio, y el gobernador Sócrates Rizzo, habían llegado a un acuerdo: dejar que Erasmo hiciera la campaña (si la hacía Basave, perdía por desconocido) y luego obligarlo a renunciar para que ocupase su lugar el ahora diputado Basave Benítez. No pocas personalidades en la actualidad están considerando, espantadas, esta opción: que el sistema le esté preparando a Colosio un erasmazo…”

Al día siguiente de la publicación de este artículo, el 8 de diciembre, Colosio se convirtió formalmente en candidato presidencial. Hubo una multitud en la Convención Nacional del PRI. Pero en la noche sólo estuvieron poco más de 50 personas en la casa del sonorense en el sur de la ciudad de México. Formaban el núcleo duro del colosismo. Los amigos de antaño, los colaboradores de años, los recién llegados y los aliados políticos. Ahí estaban Ernesto Zedillo y José Córdoba, compartiendo la cena con sus detractores, entre los que se encontraba Federico Arreola. Todos brindando por el futuro.

Al final, se quedó un grupo reducido con Donaldo y Diana Laura: El compadre Nikita Kyriakis, empresario nogalense, y la comadre, su esposa; el también sonorense Francisco Sánchez y su mujer; Hilda Elisa Riojas, hermana mayor de Diana Laura, y su marido Fernando Cantú. También estuvo el suegro de Kyriakis, Álvaro Corella Olivas. Fue él quien le preguntó al candidato:

–¿Por qué el doctor Zedillo y no otras personas más allegadas? Por ejemplo, José Luis Soberanes.

Colosio respondió de manera contundente:

–A Zedillo lo considero la persona más brillante del gabinete.

Dijo todavía más:

–Si algo me llegase a suceder durante la campaña, el doctor Zedillo es la persona idónea para reemplazarme.

LA PETICIÓN DE COLOSIO A FEDERICO ARREOLA

Ocurrió la guerra en Chiapas y el nombramiento de Manuel Camacho como comisionado para la paz. Los reflectores, nacionales e internacionales, se trasladaron a esa entidad del sureste mexicano. Furiosos se pusieron los colosistas por la rehabilitación del ex regente. Al mismo tiempo, los integrantes del equipo de campaña se quejaban cada vez más, y de manera pública, del coordinador general. Un nuevo artículo de Federico Arreola, esta vez en El Financiero, el 9 de febrero del 94, ahondó las diferencias:

“¿Qué pasa con Ernesto Zedillo? Desde que él fue nombrado coordinador de la campaña de Colosio, ha sido muy criticado…en realidad Zedillo ha sido uno de los sparrings favoritos de los periodistas desde que redactó aquellos polémicos libros de historia para la escuela primaria. Don Ernesto, de plano, no se entiende con los profesionales de la comunicación.

“De ahí surge la pregunta que inquieta a tanta gente preocupada por la campaña de Luis Donaldo Colosio: si una campaña electoral es, fundamentalmente, un proceso de comunicación, ¿tenía sentido que el candidato priista nombrara jefe de la misma a alguien que, la verdad sea dicha, nomás no nació para comunicar nada?

“No estoy proponiendo, de ninguna manera, que se le quite a Zedillo su puesto de coordinador de la campaña del PRI. Esto de seguro no es posible, y quizá ni siquiera es conveniente. Lo único que he hecho es repetir lo que casi todos los observadores dicen: que Ernesto Zedillo Ponce de León no nació para la política partidista”.

En marzo de 1996, Federico Arreola, entonces director de Diario de Monterrey, habló del pleito con Ernesto Zedillo. En declaraciones a La Jornada, publicadas el día 19, reveló que en diciembre de 1993 se sumó al ambiente de los colosistas “que querían quitar a Zedillo”, pero reconoció que fue “muy injusto” en algunos de sus artículos, por los que el mismo Colosio le reclamó, ya que, desde principios de 1993, meses antes del destape, “Donaldo me comentó que en caso de ser candidato llamaría a colaborar a Zedillo”.

Arreola precisó su papel al lado de Colosio:

“Yo era su amigo y cuando lo nombraron candidato me invitó a acompañarlo en las giras para platicar. Sólo eso. A Donaldo le gustaba platicar conmigo y para eso me invitó y por esa razón viajaba yo en el mismo avión, en el autobús y en los hoteles, generalmente quedábamos en habitaciones cercanas”.

Cuando la pugna entre colosistas y Zedillo creció de nivel, Donaldo llamó a Arreola y le pidió un favor:

–Mira –le dijo Colosio al periodista–, tú escribe lo que quieras sobre Zedillo y sigue el juego que quieras. Pero vas a decirle a Zedillo que yo no te he autorizado ninguno de tus artículos en los que haces referencia a su papel en la campaña y quiero que se lo expliques tú mismo, porque él piensa que el responsable de lo que escribes soy yo. Tú sabes que no es así.

“Luego de que hables con Zedillo –siguió la recomendación del candidato—vas y le dice a Hopkins, Soberanes y Palma que no voy a cambiar de coordinador. Les dices que primero los voy a cambar a ellos antes que a Ernesto. Y que sé que no lo quieren por una razón: porque no los deja despilfarrar el dinero”.

LA RECOMENDACIÓN DE BLANCORNELAS A ZEDILLO

¿Por qué Zedillo no fue a Baja California? Jesús Blancornelas supo de sus argumentos. Lo relató en el libro El Tiempo Pasa: De Lomas Taurinas a Los Pinos, en el cual compartió créditos con los reporteros Héctor Javier González Delgado, Adela Navaro Bello y Francisco Javier Ortiz Franco. Blancornelas, al igual que Zedillo, se consideraban bajacalifornianos por adopción. Apelando a ese punto de identidad, el segundo pidió su opinión al primero, sabedor también de que el periodista conocía a la perfección el pulso político de la entidad. Lo invitó a su oficina del sur de la ciudad de México, donde se encontraron el 19 de marzo, precisamente el mismo día en que está fechada la carta que Zedillo le envió a Colosio.

Blancornelas esperaba encontrar aquella oficina de Cuicuilco repleta de políticos, pero no había en aquel momento ni uno solo. Los pasillos estaban desiertos. Primero una mujer guapa le pidió que anotara su nombre en una tarjeta y luego de verificar la cita, le franqueó el paso y le indicó el elevador. Cuando el visitante llegó al piso indicado, otra atractiva mujer lo condujo a una antesala de paredes grises y grandes fotos de la campaña presidencial colosista. Hasta que un ayudante abrió la puerta indicándole que pasara.

La de Zedillo era una amplia oficina donde, contrario al centro del Distrito Federal, el cielo se veía limpio. El lugar se encontraba bastante iluminado. Una gran pintura de Emiliano Zapata al fondo. En las paredes, grises también, y sobre los muebles, fotos y más fotos de la campaña. “Seguramente tantas como se pudieron colocar”, estimó el periodista tijuanense.

El coordinador de la campaña presidencial priista se encontraba en mangas de camisa. En cuanto vio a su invitado abandonó el escritorio para invitar a la plática en un sofá que el recién llegado calificó de “muy burócrata, de esos tipos viejones de P.M. Steele”. Infaltable su corbata roja. Dio la impresión de acatarrado, pero no parecía que estuviera atiborrado de trabajo. No había papeles acumulados en su área de trabajo. El teléfono, en silencio. Ni secretarias o ayudantes llevando mensajes en tarjetas. Después de algunos comentarios vagos en torno al estado que los adoptó a ambos, pero en el cual sólo uno de ellos seguía viviendo, surgió la pregunta:

–¿Usted cree que debo acompañar al candidato en su gira por Baja California?

–Creo que no debe ir –le respondió Blancornelas.

–¿Por qué? –interrogó Zedillo.

El hombre del semanario Zeta razonó:

Primero, porque si acompaña a Colosio van a decir que es un mensaje para que se entienda claramente: que Ernesto Zedillo será el candidato a gobernador del estado.

Segundo, que si acompañaba al candidato, la oposición prendería focos rojos, “porque Ernesto Rufo Appel cree que si usted es el candidato, ganará las lecciones estatales de 1995”.

Y tercero, porque se supone que en esa gira los reflectores son para Colosio y nadie más: “si usted va, a lo mejor se le acerca más gente que al candidato”.

Tan cortés como siempre, escuchó sin interrumpir; absorbió todo y agradeció el comentario. Hubo otros temas sin mayor importancia. Se despidieron con una recomendación de Zedillo: “ai le encargo a Fernando Castro Trenti”, uno de sus amigos en Tijuana.

El lunes 21 por la noche, Zedillo se comunicó vía telefónica con Blancornelas a su casa de Tijuana. Le informó que lo había pensado bien y que no acompañaría a Colosio en la gira por Baja California.

LA SUSTITUCIÓN DE ZEDILLO Y LA MARGINACIÓN DE CÓRDOBA

Lo cierto es que, desde enero, el candidato del PRI transcribió, en tarjetones tamaño media carta, diversas listas de sustituciones en su grupo de colaboradores más cercanos. Algunas de ellas contienen tachones y anotaciones de puño y letra de Luis Donaldo.

Los documentos, publicados por El Financiero bajo la firma de José Reveles, poco después de que se diera a conocer la carta de Zedillo a Colosio, también fueron entregados por Alfonso Durazo a la Fiscalía Especial, cuando compareció ante su titular Pablo Chapa Bezanilla. Formaban parte de aquellas cinco cajas, con documentación diversa de Luis Donaldo, que puso a disposición de las autoridades.

En el grueso expediente del caso Colosio se guardan copias certificadas de dos documentos escritos a máquina, bajo el título “Acuerdo con el C. Presidente”, con la anotación: “Se presenta la necesidad de realizar algunas adecuaciones de nombramientos en el partido y algunos otros en el gobierno”.

El sonorense planteaba distintas variantes, pero los movimientos claves tenían que ver con José Córdoba y Ernesto Zedillo. Ya había resuelto solicitar que el poderoso funcionario de origen francés dejara su cargo en la oficina de la presidencia; en su lugar propondría al coordinador de la campaña presidencial o al abogado Santiago Oñate. La segunda opción para Zedillo era la regencia capitalina, en sustitución de Manuel Aguilera. Lo acompañaría Liébano Sáenz como contralor del DF.

Colosio pensaba dejar acéfala la coordinación de su campaña, distribuyendo sus responsabilidades entre varios colaboradores, que a su vez requerirían los siguientes nombramientos en el CEN priísta: Juan S. Millán en la secretaría de organización, Eduardo Robledo en la dirección operativa y Santiago Oñate en la secretaría general, en lugar de José Luis Lamadrid, el otro hombre de confianza de Córdoba incrustado en el equipo colosista.

Para el cargo de Lamadrid en el PRI — pasaría a ocupar la presidencia de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores–, hay dos borradores más en los que se anotan varios nombres: en el primero, además de Oñate, se añaden Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa. En el segundo, dedicado exclusivamente al PRI, Colosio tachó a Eduardo Robledo en la secretaría general y escribió al lado las iniciales J.F.R.M (José Francisco Ruiz Massieu) y S.O.L. (Santiago Oñate Laborde). En la Comisión Política Nacional puso un signo de interrogación después del nombre de Fernando Gutiérrez Barrios, y en la Comisión Nacional de Concertación y Debate Público, suprimió Santiago Oñate y escribió: “Fco. Labastida” y “Eloy Cantú”.

En marzo de 1994, como solía hacerlo, Colosio sondeó a Salinas vía Córdoba. Más que mandarle un mensaje o consultarlo, lo que hizo fue preparar el terreno para una decisión que resultaría desagradable al presidente y al propio Córdoba, quien sí filtraba los recados y la información, según le convenía.

Y es que, al abandonar Zedillo y Lamadrid la campaña, Córdba se quedaría sin alfiles en el tablero de la campaña presidencial priista. Por ese motivo, Colosio prefirió implicarlo en los cambios: ya sea comprometiéndolo con ellos al ser su heraldo frente a Salinas, o bien, induciéndolo a silenciar el mensaje con el riesgo implícito del reproche posterior, al no actuar de buena fe como intermediario, tal como ocurrió.

En el libro La herencia, Jorge G. Castañeda consultó a diversos colaboradores de Salinas, de Córdoba y de Colosio para reconstruir estos acontecimientos. Cito dos fragmentos de aquel volumen:

“Sin ser ‘la razón de la propuesta’, como lo recuerda Alfonso Durazo, la inhabilitación de Zedillo para aspirar a la presidencia –al volver al gabinete—también era ‘una consecuencia contemplada, consciente’. Otra posibilidad avizorada implicaba colocar a Zedillo como vicegobernador del Banco de México, la vieja casa de donde provenía el ex secretario de Educación; allí se encaminaría a suceder a Miguel Mancera cuando éste se jubilara en 1997. En cualquiera de los casos, Zedillo abandonaba la coordinación de la campaña, sin pleito ni ruptura con Colosio y conservando su afecto y admiración, pero con un claro balance negativo […]

“Salinas y Emilio Gamboa, cada vez más un emisario colosista ante el presidente –a pesar de las crecientes asperezas con su antiguo amigo, aún podía hablarle con una franqueza inaccesible a los demás colaboradores de Colosio–, conversa, según ciertas fuentes, el sábado 19 de marzo: la reunión es tensa. De acuerdo con otras fuentes, Gamboa y Córdoba también conversaron ácidamente en esos días, en una cena en casa de terceros; la tesis atribuida a Salinas de dicho encuentro hubiera sido: Colosio tiene que sentir el rigor de la fuerza salinista, y los límites del distanciamiento los determina Salinas, no Colosio”.

EL RECLAMO DE DIANA LAURA A SALINAS

Para corroborar la tesis de que Donaldo pensaba cambiar al coordinador de su campaña, los colosistas esparcieron el relato de lo ocurrido poco tiempo después de la postulación de Zedillo, cuando el presidente Salinas visitó a la viuda de Colosio en su casa de Tlacopac.

Lo primero que escuchó de ella fue un reclamo abierto por el desenlace del drama vivido durante esos días. En particular deploró el empeño de asociar al candidato sustituto con su esposo. Le recordó al presidente que él ya había decidido remover a su coordinador de campaña, pues no embonaba con los demás colaboradores, y si bien Colosio le conservaba afecto y respeto, prefería que fuera ubicado en otro cargo de la administración pública. Pensaba solicitarle a Salinas el enroque en su próxima cena, programada para ese lunes o martes, antes de la semana santa.

Según Jorge Castañeda, en su libro La herencia, “frente a la perplejidad de Salinas, Diana Laura alegó que Colosio le había enviado un mensaje al respecto a través de José Córdoba, es decir, por la misma vía de siempre. Salinas protestó que nunca recibió el recado; Córdoba lo había desinformado”.

Poco tiempo después, Salinas le reclamó a José Córdoba su proceder, lo cual derivó en un altercado verbal, que algunos ex colaboradores de ambos ubican en el hangar presidencial del aeropuerto capitalino. Córdoba nunca aceptó haber callado el mensaje y justificó su comportamiento aduciendo una mala interpretación del presidente en relación con el informe rendido. A escasos días del incidente, el funcionario más cercano al presidente fue removido de su cargo, como lo quería el asesinado candidato presidencial, y nombrado representante de México ante el Banco Interamericano de Desarrollo en Washington.

Castañeda se lo preguntó directo a Salinas:

–¿Hubo antes del asesinato de Colosio un entendimiento, ya sea con usted, ya sea con alguien de su equipo más cercano, de que el doctor Zedillo dejaba la coordinación de la campaña?

–¿En qué fecha? –reviró Salinas.

–Poco antes de que falleciera Colosio –aclaró Castañeda.

–En marzo, no supe.

–¿En febrero?

–No, no supe.

–¿En enero?

–No, no supe.

–¿Nunca fue algo que conversaron?

–Que él y yo conversáramos, no. No, ni se lo propuse ni me lo propuso en las conversaciones que tuvimos.

En su libro México, un paso difícil a la modernidad, publicado en 2000, Carlos Salinas de Gortari insiste en esta versión:

“Otro evento que tensó momentáneamente mi relación con la señora Colosio fue la postulación del candidato sustituto del PRI a la presidencia. Cuando se conoció su designación, Diana Laura conversó conmigo. Con la franqueza que la caracterizaba, me preguntó: ‘¿por qué Zedillo?’. Le respondí que encontraba la mejor explicación en los elogios que Donaldo le había hecho cuando lo presentó como su coordinador de campaña. En ese momento se le endureció el rostro y me dijo: ‘Pero si Donaldo ya no quería a Zedillo como su coordinador de campaña, y quería que lo movieran al Banco de México, que era un área de su especialidad’. Entonces el asombrado fui yo. Le dije que nunca supe de ese deseo de Donaldo. Ella agregó: ‘Te lo iba a ratificar personalmente en la cena a la que te había invitado en nuestra casa después de la gira por Baja California y Sonora’. Terminó con esta afirmación que cumplió después: ‘No pienso ir a votar por él’. Me quedé helado. No supe a tiempo esta determinación de Colosio, que sin duda hubiese pesado en la designación del candidato sustituto a fines de marzo de 1994”.

Carta de Ernesto Zedillo a Luis Donaldo Colosio del 19 de marzo de 1994:

Señor candidato:

Considero indispensable externarte algunas reflexiones. Lo hago por este medio para ordenar mejor las ideas y tomarte menos tiempo. Es oportuno dado que estamos cerca de concluir el primer recorrido por el país y además el entorno de la campaña continúa siendo particularmente complejo.

Quiero iniciar con algo estrictamente personal. A la luz de lo ocurrido en estos meses, la convicción que tuve hace ya algunos años de que tú debieras ser el próximo Presidente de México se ha reafirmado profundamente. Hoy me congratulo más que nunca de haber tomado muy pronto una decisión muy firme y no haber especulado con ninguna otra posibilidad. Es quizás más desde esta situación, que como parte del equipo de campaña, que deseo expresarte mis puntos de vista, aunque irremediablemente mi experiencia de estos últimos meses los alimentan.

Reitero primero lo muy sabido. Las condiciones de campaña han resultado ser sustancialmente distintas a las que, quizás imprudentemente, previmos en diciembre. Yo supe que una vez descontando la nueva pluralidad mexicana, esta campaña contaría con las condiciones más propicias en varios sexenios. En los hechos y atendiendo a la situación política, ésta será la contienda presidencial de mayor dificultad en varias décadas. Los amplios grados de libertad que tuvimos en diciembre, sencillamente desaparecieron a partir del primero de enero y más señaladamente el 10 de enero. La mayor dificultad obliga a asumir una actitud rigurosamente crítica. En lo que a mí respecta, debo admitir que en las condiciones de diciembre me pareció sensato ser sumamente condescendiente y hasta indiferente respecto a decisiones cuya racionalidad entonces no entendí o no compartí. Naturalmente, después del 10 de enero mi visión en la tarea ha variado radicalmente, pero sin que ello haya permitido superar las condiciones que se fijaron en diciembre para contender con una situación muy distinta. No tiene caso repasar lo sucedido. Lo importante es elucidar lo que se enfrenta de ahora en adelante y proponer soluciones. A riesgo de incurrir en exageraciones, es conveniente perfilar el escenario menos favorable, ya que éste es el que debe guiar cualquier estrategia de campaña.

La situación que enfrentamos tiene como principales rasgos los siguientes:

1. Como es de esperar –y legítimo desde cualquier punto de vista—la prioridad del Señor Presidente es concluir satisfactoriamente su mandato. Así servirá él mejor al país y a su enorme orgullo de auténtico hombre de Estado. En la lista de tareas para lograrlo, el cuidado de la sucesión tuvo hasta el 10 de enero la más alta prioridad. Las circunstancias –auténticas o inducidas—que ha ido enfrentando han variado esa jerarquía. Ahora el mantenimiento de la paz social y la estabilidad financiera son propósitos que aparecen de mucha mayor importancia que el cuidado de una sucesión, digamos ortodoxa. Lo anterior, que es desde luego entendible, se ha acentuado por la influencia creciente de personas mal intencionadas en el ánimo del Presidente. La combinación de la soledad del sexto año, la pérdida, anulación o distanciamiento de hombres de confianza y la tarea calculada y deliberada de algunos, dan una mezcla sumamente propicia para que vaya perdiendo importancia en el ánimo presidencial el cuidado de la sucesión. Después de todo, él debe pensar que su parte más importante –la de, en su oportunidad, apoyar tu candidatura—ya la cumplió, y que con ese impulso inicial la tarea por cumplir es esencialmente tuya. Es de esperar que se esté dando una influencia muy tenaz para desacreditar el valor de tus capacidades y de tu lealtad. Por otra parte, es un hecho que a pesar de los acontecimientos de Chiapas, el Presidente conserva una enorme popularidad, que él valora y tratará de preservar frente al riesgo de otros acontecimientos negativos inesperados.

2. No obstante lo ocurrido el pasado 28 de noviembre, Manuel Camacho –antes o después del primero de enero—decidió continuar jugando un papel protagónico en la política nacional y ha actuado con un plan muy preciso para cumplir con ese objetivo, aprovechando y cultivando en todo momento las nuevas prioridades del Señor Presidente. Para tener ese papel protagónico ha visualizado diversas opciones. Desde la sustitución directa del candidato del PRI, hasta convertirse a partir de 1995 en el líder de una fuerza opositora importante y decisiva en el curso del país. Sus opciones pasan también por ser candidato de un partido distinto al PRI, o beneficiario de la presidencia como resultado de una negociación poselectoral. Es obvio que de acuerdo a las ambiciones de Camacho, cualquiera de esas opciones es superior a la de esperar que el próximo presidente, si acaso, lo llame a algún puesto de su gabinete. Desde su perspectiva no tiene absolutamente nada que perder, ya que en el peor de los casos se contempla a sí mismo como un fuerte líder de la oposición con oportunidad de acceder desde ahí a la presidencia en el año 2000.

3. Frente a la situación de incertidumbre y de mayor competencia, existen claras deficiencias en el partido y el equipo de campaña. Calidad insuficiente en los recursos humanos, falta de coordinación, una suerte de inconsciencia acerca de la situación que se enfrenta, y un aprovechamiento ineficaz de las fortalezas del Candidato son los problemas más evidentes. Todo esto alienta las tentaciones de Manuel Camacho y acentúa el riesgo de distanciamiento por parte del Señor Presidente.

4. El PRD, que se perfila con al menos la misma fuerza electoral que el PAN, es una oposición errática que no trabaja únicamente para ganar votos. Se comporta como una fuerza que va por el desorden, el conflicto poselectoral y una negociación en la que obtengan algo de lo que no les dará la vía electoral. Sueñan con una gran crisis en la que estrepitosamente se extermine el PRI o al menos, obtengan algunas posiciones de gobierno otorgadas por el próximo presidente a cambio de su apaciguamiento.

Considero que es de la mayor urgencia que se enfrente cada uno de los 4 aspectos anteriores. A reserva de proporcionarte mayores detalles, si así lo deseas, mis principales recomendaciones respecto a cada uno de los 4 puntos, en el mismo orden son las siguientes:

1. Tal como te lo propuse desde enero, debe establecerse clara y precisamente una alianza política con el Señor Presidente. Debes ofrecer toda tu lealtad y apoyo para que concluya con gran dignidad su mandato; no debes pedirle más que su confianza en tu lealtad y capacidad, externarle tu convicción de que él ya cumplió con la parte más importante de la sucesión y que ahora tú harás lo que a ti te corresponde; que como parte de la estrategia de campaña se requiere un candidato que la gente sepa que no será manipulado por el Presidente Salinas, pero que goza de su confianza y aprecio, y para eso es necesario que haya un acuerdo explícito sobre cómo se producirá esa percepción en la opinión pública. Cada vez que haya que señalar tareas pendientes y deficiencias del gobierno, mediará notificación previa y se será receptivo a observaciones sobre la forma de decirlo. Insisto, mi propuesta de celebrar este pacto es independiente de mi admiración y agradecimiento por el Señor Presidente. Es una recomendación elemental, yo diría de libro de texto, de estrategia política.

2. Debe asumirse plenamente la oposición de Manuel Camacho. No es conveniente que siga siendo oposición activa sin tener los riesgos y dificultades de una oposición declarada y formal. Mucho menos debe aceptarse que continúe ganando puntos con el Señor Presidente una persona que durante muchos años lo ha engañado y abusado de su confianza. Conciliando en la medida de lo posible el propósito del logro de la paz en Chiapas, debe procurarse, a la brevedad, que opte por ser candidato de un partido de la oposición. Ésta debe ser tu opción más atractiva. Estoy convencido que es la que dará menos problemas antes y después del 21 de agosto, incluyendo el sexenio 1994-2000. Además, derrotarlo en la elección daría una reserva de legitimidad de gran valor para la gobernabilidad que necesitarás como próximo presidente.

3. Debe mejorarse sustancialmente el desempeño de la campaña. Ello servirá para todos los propósitos. El principio para hacerlo ya lo dijiste el 6 de marzo. Hay que asumir plenamente la competencia. Para ello hay que hacer lo indispensable para tener un verdadero aparato de campaña (en el sentido riguroso de la palabra). Se requiere “el ejército, la disciplina y la estrategia”. Partamos de reconocer que estamos fallos en todo esto. Reestructuración del partido, del equipo de campaña, selección de candidatos (personas y método) y la implantación de una nueva disciplina de trabajo son tareas urgentes.

4. El acuerdo recién logrado, debe ser la base de un eficaz proyecto de neutralización del PRD. Debemos montarnos en ese acuerdo para lavar culpas pasadas y construir una credibilidad de la que hasta ahora se carece. Debemos proclamar ese acuerdo como el paso definitivo hacia la construcción de un sistema democrático moderno en nuestro país y expresarnos dispuestos a asumirlo hasta sus últimas consecuencias. Si se actúa con eficacia las probabilidades de éxito y de cualquier agresión perredista serán muy reducidas.

Obviamente los cuatro puntos anteriores pueden ser desarrollados. Créeme que estoy profundamente convencido de lo que te expreso. En mis recomendaciones no hay interés personal alguno. Simplemente creo que es lo mejor para México

Fraternalmente.

Ernesto Zedillo

Por Redaccion

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