Las cosas por su nombre
Por Ramón Alfonso Sallard
Byung-Chul Han, alemán de origen sudcoreano, es un rockstar de la filosofía. Es el autor más leído a nivel global del siglo XXI en esta disciplina. Entre sus libros más recientes se encuentra Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia (2022), un ensayo bastante esclarecedor sobre el régimen mundial de la información que nos afecta a todos. Tres hechos recientes en México ilustran el fenómeno: a) la campaña de millones de bots que han posicionado la etiqueta #PresidenteNarco; b) el “reportaje” de The New York Times que revela investigaciones de EU que ligan a colaboradores de AMLO con el narco, desmentidas por la Casa Blanca, sin pruebas ni acusadores ni fuentes de información; y c) la censura de youtube al presidente de la República, a quien le bajó de su plataforma la conferencia en la que reveló el número telefónico de la reportera de NYT que presuntamente lo calumnió.
Dice Han: “La digitalización avanza inexorablemente. Aturdidos por el frenesí de la comunicación y la información, nos sentimos impotentes ante el tsunami de datos que despliegan fuerzas destructivas y deformantes. Hoy la digitalización también afecta a la esfera política y provoca graves trastornos en el proceso democrático. Las campañas electorales son guerras de información que se libran con todos los medios técnicos y psicológicos imaginables. Los bots –las cuentas falsas automatizadas en las redes sociales—difunden noticias falsas y discursos de odio e influyen en la formación de la opinión pública. Los ejércitos de trolls intervienen en campañas apuntalando la desinformación. Las teorías de la conspiración y la propaganda dominan el debate político. Por medio de la psicometría y la psicopolítica digital, se intenta influir en el comportamiento electoral y evitar las decisiones conscientes”.
Actualmente, Byung-Chul Han es profesor de Filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Yo lo descubrí recientemente, en 2020, durante los días de recogimiento a causa de la pandemia. A partir de entonces he adquirido prácticamente todas sus obras. Entre sus libros más recientes se encuentra el de Infocracia, cuya lectura concluí este fin de semana.
Han denomina “régimen de la información” a la forma de dominio en la que la información y su procesamiento, mediante algoritmos e inteligencia artificial, determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos. A diferencia del régimen de la disciplina, estudiado a fondo por Michael Foucault, en el régimen de la información no se explotan cuerpos y energías, sino información y datos. Así, el factor decisivo para obtener el poder no es ahora la posesión de medios de producción, sino el acceso a la información, que se utiliza para la vigilancia psicopolítica y para el control y pronóstico del comportamiento. “El régimen de la información está acoplado al capitalismo de la información, que hoy deviene en un capitalismo de la vigilancia y que degrada a las personas a la condición de datos y de ganado consumidor”, apunta el filósofo.
Cierto que, en los primeros tiempos de la democracia, el medio determinante era el libro, mediante el cual se instauró el discurso racional de la Ilustración. La esfera pública discursiva, consecuentemente, debía su existencia al publico lector. Jürgen Habermas estudia este fenómeno en su obra Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública (1990). En esa etapa, el discurso público se caracteriza generalmente por un orden coherente y regulado de las ideas y de los hechos. En ese sentido, el discurso político del siglo XIX, marcado por la cultura del libro, tenía una extensión y una complejidad totalmente distintas a lo que sucede en la actualidad.
En el siglo XX, los medios de comunicación electrónicos destruyen el discurso racional determinado por la cultura del libro. Producen una mediocracia. Debido a su estructura anfiteatral, los receptores están condenados a la pasividad. Habermas responsabiliza a los medios de comunicación de masas del declive de la esfera pública democrática
A su vez, Giovanni Sartori, en su célebre ensayo Homo videns. La sociedad teledirigida (1997), explica que la revolución multimedia del siglo XX había transformado al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns. Por eso la imagen logró desplazar a la palabra. La primacía de lo visible sobre lo inteligible llevó a un ver sin entender, lo cual, a su vez, afectó el pensamiento abstracto. Esto produjo sociedades teledirigidas.
En la mediocracia, la política se somete a la lógica de los medios de comunicación masivos. En ellos, la diversión es la que determina la transmisión de los contenidos y socava la racionalidad. El entretenimiento conduce al declive del juicio humano y propicia que la democracia entre en crisis. Se transforma entonces en telecracia. La televisión fragmenta el discurso a tal punto que, incluso, los medios impresos se vuelven televisivos, en el sentido de la prevalencia de las imágenes sobre el texto.
En el siglo XXI, la democracia en tiempo real con la que se soñó en los primeros tiempos de la era digital resultó una ilusión. El teléfono inteligente mediante el cual se debate en todas partes y a todas horas, no se transformó en la democracia del futuro a la que se aludía con gran entusiasmo hace apenas tres lustros. En los hechos, los enjambres digitales no han dado lugar, necesariamente, a colectivos políticamente activos, racionales y responsables.
Dice Byung-Chul Han: “Los followers, los nuevos súbditos de los medios sociales, se dejan amaestrar por sus inteligentes influencers para convertirse en ganado consumista. Han sido despolitizados. La comunicación en las redes sociales basada en algoritmos no es libre ni democrática. Esto conduce a una nueva incapacitación. El smartphone como aparato de sometimiento es todo menos un parlamento móvil. Al publicar sin cesar información privada en un escaparate móvil, acelera la desintegración de la esfera pública. Produce zombis del consumo y de la comunicación, en lugar de ciudadanos capacitados. La comunicación digital provoca una reestructuración del flujo de la información, lo cual tiene un efecto destructivo en el proceso democrático. La información se difunde sin pasar por el espacio público. Se produce en espacios privados y a espacios privados se envía. La red no forma una esfera pública. Los medios sociales amplían esta comunicación sin comunidad […]”.
El tema de la prevalencia de lo privado sobre lo público en la era digital actual es un tema que requiere tratamiento más amplio. Youtube, por ejemplo, es una plataforma de carácter privado y, sin embargo, tiene capacidad para censurar el mensaje de un gobierno legítimamente constituido como el de México. Le acaba de suceder al presidente de la República. Eso, por donde se le vea, es un retroceso democrático y una violación flagrante a la libertad de expresión y al derecho a la información de la sociedad.