Las cosas por su nombre

Por Ramón Alfonso Sallard

Un comunicado difundido por la Conferencia del Episcopado Mexicano la tarde del lunes pasado generó alarma en el país y en el extranjero: el obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, se encontraba desaparecido desde el sábado. Ese día fue visto por última vez en Jiutepec, Morelos, donde vivía desde que dejó la dirección de su diócesis en febrero de 2022, en medio de fuertes cuestionamientos por su cercanía con grupos de la delincuencia organizada. En virtud de este antecedente, se temía lo peor. 

La denuncia del organismo cúpula de la iglesia católica mexicana fue destacada de inmediato por los principales medios convencionales. Hubo alguno, incluso, que relacionó la presunta desaparición del obispo con el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, el 24 de mayo de 1993, producto del fuego cruzado entre sicarios de la banda de los hermanos Arellano Félix con pistoleros de Joaquín El Chapo Guzmán. 

De manera simultánea inició un fuerte debate en redes sociales porque Salvador Rangel continuaba desempeñándose como mediador entre grupos del crimen organizado en Guerrero, papel que el propio prelado había reconocido recientemente en declaraciones a medios. La portación del religioso a la pacificación de esa entidad, afectada desde hace varias décadas por el narcotráfico y por un alto índice de homicidios, ha sido realmente marginal, dada la prevalencia de ambos fenómenos. Sin embargo, su labor ha tenido un alto impacto mediático.

La notoriedad del obispo Rangel es también producto de sus críticas al gobierno de AMLO, particularmente en temas de seguridad pública. Según su dicho, la iglesia católica se ha visto obligada a asumir el papel de mediadora entre grupos criminales, porque el Estado ha dejado el control de algunos territorios del país en manos de la delincuencia organizada.

El mismo lunes 29 de abril, menos de dos horas después del primer comunicado, la Conferencia del Episcopado Mexicano difundió que el obispo había sido localizado en el Hospital General de Cuernavaca. El fiscal de Morelos, Uriel Carmona, distribuyó a su vez una selfi con el prelado –difuminando su rostro—al pie de su cama, como una especie de demostración de vida. Según su versión, repetida posteriormente por el abogado del jerarca eclesiástico, éste había sido víctima de un “secuestro exprés” para vaciar sus cuentas bancarias en cajeros automáticos. Durante la retención, habría sido drogado por los delincuentes. Habría llegado por su propio pie al hospital.

Sin embargo, esta versión es falsa. Tanto el gobernador en funciones como el titular de Seguridad Pública de Morelos aportaron elementos para destruir el montaje. Diversos medios, a su vez, difundieron documentos oficiales que prueban el encubrimiento del fiscal, restituido en sus funciones por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, después de ser procesado y encarcelado por la fiscalía de la Ciudad de México por encubrir un caso de feminicidio.

En realidad, el obispo Rangel estuvo en un motel de paso de Ocotepec la noche del sábado 27 de abril en compañía de otro hombre de identidad hasta hoy desconocida. Ambos permanecieron en el lugar durante varias horas. El más joven se retiró primero. El mayor fue encontrado inconsciente y desnudo por personal del motel la mañana del domingo 28. Los nombres de los huéspedes no quedaron registrados, pues en esos lugares, que son utilizados para encuentros sexuales furtivos, suele omitirse el trámite a fin de preservar la confidencialidad de los usuarios.

Los paramédicos que recogieron al desconocido para trasladarlo al hospital público de Cuernavaca, colocaron en una bolsa negra las pertenencias que encontraron en la habitación: “…un pantalón de vestir gris oscuro, una camisa de cuadros morada, un gel lubricante íntimo y un estuche pequeño color negro con seis condones (uno abierto) y cinco pastillas azules”, dice el reporte oficial. Las pastillas azules corresponden a un estimulante sexual que combate la disfunción eréctil denominado Sildenafil, cuyo nombre comercial es Viagra.

Los exámenes toxicológicos practicados al paciente, una vez que éste ingresó al hospital inconsciente y en calidad de desconocido, revelan la presencia en su organismo de cocaína y benzodiacepinas, medicamento este último de uso controlado mediante receta médica, que sirve para controlar la ansiedad y estimular el sueño. 

Ante la denuncia pública del episcopado, que especuló sobre la presunta “desaparición” del obispo, al tiempo que exigía su inmediata búsqueda y localización a las autoridades federales y locales de Morelos, todos los cuerpos de seguridad se movilizaron de inmediato. No tardaron mucho en encontrarlo. 

Lo cuestionable del caso no son las circunstancias en que Salvador Rangel fue localizado, pues a fin de cuentas el consumo de drogas y la actividad sexual de un individuo son asuntos de índole estrictamente privada, excepto cuando se comete algún delito (como el de pederastia), que no es el caso. En su defecto, la vulneración de normas morales por parte del prelado es un tema que compete a la iglesia a la que pertenece y, acaso, a su feligresía. La sanción social, a su vez, tiene que ver con la doble moral, es decir, con la incongruencia de predicar una cosa y hacer exactamente la contraria.

Lo verdaderamente relevante del caso es el nuevo encubrimiento del fiscal de Morelos. Las razones pueden desglosarse de la siguiente manera: a) para proteger a la institución eclesial en su conjunto; b) para evitar que se revierta a la oposición de derecha –con la cual comulga el fiscal—el uso político que se pretendió dar inicialmente al caso, culpando a AMLO de abrazar a los delincuentes en lugar de combatirlos; y c) para evitar que las autoridades federales profundicen en las relaciones del obispo con miembros de la delincuencia organizada. Un dato para el análisis:

Hace un par de meses, cuando apenas empezaba el nado sincronizado entre agencias policiales estadounidenses, oposición de derecha, medios y periodistas afines y el clero político reaccionario, el portal Latinus difundió una entrevista al presunto líder enmascarado de un grupo criminal, quien afirmó haber financiado a AMLO en el pasado. La persona que dijo ser, en efecto, encabeza una organización que lleva varios años en pugna con otro grupo delincuencial. Justo en esa disputa fue en la que intervino el obispo Salvador Rangel. No fue un mediador, como él se calificó a sí mismo, sino un intermediario, que es distinto, pues tenía inclinación por una de las partes. El líder por el que se inclinaba es, justamente, el mismo que habría acusado a AMLO en Latinus. La parcialidad del obispo, a partir de sus propias palabras, quedó consignada en un trabajo publicado recientemente por el diario El País de España. 

(La nota de El País se puede encontrar en el siguiente enlace: https://elpais.com/mexico/2024-04-29/desaparece-salvador-rangel-el-obispo-que-hablaba-con-el-narco-en-guerrero.html#?rel=mas)

Por Redaccion

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