Los idus de marzo 30 años después (IV)

Por Ramón Alfonso Sallard

En abril de 1996, el fiscal Pablo Chapa Bezanilla filtró a los medios sus conclusiones del caso Colosio ante el temor de que sus apreciaciones fueran rechazadas por sus superiores, como efectivamente ocurrió. El documento, publicado en dos partes por Proceso en sus ediciones 1015 y 1016, entrelaza las declaraciones ministeriales de varios colosistas: Guillermo Hopkins, José Luis Soberanes, Samuel Palma, Federico Arreola y Alfonso Durazo, entre otros. A partir de estas declaraciones, la dependencia estimó necesarias las comparecencias ministeriales de Manuel Camacho Solís, José María Córdoba Montoya y Carlos Salinas de Gortari. En efecto se realizaron ese mismo año, pero Chapa ya no pudo hacer los interrogatorios porque fue removido del puesto antes de que ocurrieran.

Unos párrafos de aquellas conclusiones:

En Huejutla, Hidalgo, el 10 de enero de 1994, Luis Donaldo Colosio Murrieta inicia su campaña. Todos sus colaboradores coinciden en que es en Hidalgo donde el candidato se entera que ese mismo día Manuel Camacho Solís fue nombrado por el presidente de la República, con título honorario, comisionado para la Paz y Reconciliación en el estado de Chiapas.

Esa misma noche, en Ciudad Valles, San Luis Potosí, el candidato a la presidencia le manifestó a Guillermo Hopkins que estaba muy molesto por la decisión que el presidente había tomado al responsabilizar a Manuel Camacho Solís de una tarea tan trascendente. “Carlos Salinas de Gortari nunca me dijo que Camacho sería comisionado, me afirmó que lo utilizaría en las negociaciones como secretario de Relaciones Exteriores”; “las circunstancias de mi campaña cambian rotundamente, espérate a leer la prensa del Distrito Federal”, manifestó el candidato.

La molestia de Colosio fue tan evidente que comentó a algunos de sus colaboradores y amigos la posibilidad de renunciar a la candidatura “¿Qué pasa si renuncio?”, preguntó el candidato. Samuel Palma contestó: “No sé lo que se deriva de ello; probablemente el candidato sustituto sea Camacho Solís”. A lo anterior, Luis Donaldo respondió: “Precisamente por eso no renuncio”.

“El candidato le manifestó a Guillermo Hopkins que, si pensaba en la renuncia, era por el hostigamiento que después se vendría…”

Antes del nombramiento de Camacho, Salinas valoró la posibilidad de otorgarle al secretario de Gobernación la responsabilidad de actuar como mediador. Sin embargo, esa opción fue desechada al poco tiempo. Las razones: organizar la elección presidencial y coordinar los diálogos para la paz, eran tareas que requerían, cada una, dedicación total. Entonces no había un problema, sino dos.

Jorge Carpizo parecía el más viable para Gobernación. Había sido rector de la UNAM, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, presidente fundador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y, en esos momentos, se desempeñaba como titular de la PGR, un puesto que usualmente destruía prestigios y carreras. El jurista, no obstante, gozaba del respeto de diversas organizaciones no gubernamentales y tenía una importante presencia pública. Sin duda, para los partidos políticos sería mucho más digerible que el rudo Patrocinio González Garrido, pues no militaba en ninguna organización.

El otro personaje, el que haría mancuerna con el nuevo secretario de Gobernación para resolver los dos problemas formulados por el presidente aquella primera semana de enero, tenía nombre y apellido y toda la clase política del país lo conocía: Manuel Camacho.

De hecho, Salinas ya tenía días ponderando la petición reiterada que le había hecho su amigo de toda la vida para que lo nombrara mediador en Chiapas. Él fue uno de los primeros que se enteró del problema: a las pocas horas del levantamiento, le habló a Los Pinos para contarle cómo su suegro, Manuel Velasco Suárez, ex gobernador de aquella entidad, le había narrado en detalle la ocupación de San Cristóbal, donde se encontraba. Ofreció trasladarse de inmediato al lugar del conflicto, pero su propuesta fue rechazada porque la presencia del secretario de Relaciones Exteriores podía representar un mensaje equivocado dentro y fuera del país.

A diferencia de Carpizo, las críticas a Camacho “fueron más sutiles” por parte de los mismos miembros conspicuos del partido en el poder, contó Salinas al tiempo. “Se afirmaba que nombrarlo a él –añadió—era el equivalente a ‘revivir un lastre político’; además, dadas sus relaciones con el obispo Samuel Ruiz y su tendencia a quedar bien con la oposición, se decía que él estaba atrás del levantamiento de Chiapas. Y lo peor: que su presencia como comisionado tenía efectos adversos sobre la candidatura de Colosio”.

Camacho ciertamente introducía tensiones, pero era peor que anduviera suelto. Tensaba al mismo presidente. Ningún otro colaborador se habría atrevido a presionarlo como lo había hecho su amigo –-precisamente por ostentar esa condición—el 8 de enero. Mucho menos amenazarlo con renunciar al gabinete, con plena conciencia de que una decisión de tal naturaleza, en medio de la psicosis social por el alzamiento armado y los bombazos, sólo profundizaría la crisis política que vivía el país y trasladaría de inmediato sus efectos al terreno económico (caída de la bolsa, fuga de capitales, devaluación, alza de las tasas de interés y otros).

“Más tarde, la acción eficaz de Carpizo y Camacho obligó a amainar las críticas. Pero no las intrigas”, apuntó Salinas. Y explicó: “Era una decisión muy difícil, porque si bien Camacho se había destacado por su habilidad negociadora, su calidad de precandidato presidencial perdedor implicaba un riesgo para la campaña recién iniciada. Sin embargo, consideré que la prioridad era encauzar el conflicto por la vía del diálogo y evitar que la propagación de los combates afectara la realización de los comicios para presidente”.

Según su versión, Colosio “escuchó mis argumentos y entendió”. También mostró sensatez y buen humor:

–Lo único que le pido –le dijo—es que no designe a Camacho secretario de Gobernación, pues teniendo la responsabilidad oficial de organizar las elecciones ¡podría tener también la pretensión de negociarlas!

NO SE HAGAN BOLAS: EL CANDIDATO ES COLOSIO

En medio de rumores sobre la sustitución de Colosio por Camacho, y hasta de una eventual postulación del comisionado por parte del PARM o del Partido Verde Ecologista de México –cuyo candidato Jorge González Torres declinaría a su favor–, la campaña de Luis Donaldo seguía sin prender ni despegar. Las críticas periodísticas provocaron que el sonorense explotara el 24 de enero: “¿Desangelada la campaña? Quienes digan eso no entienden, no quieren comprender que son otros los tiempos, otras circunstancias, otras estrategias”.

Tan grave era la percepción de la opinión pública que el presidente Salinas se vio obligado a aclarar las cosas ante secretarios de su gabinete, diputados, senadores y dirigentes del PRI, a quienes convocó a Los Pinos el 27 de enero para soltarles a bocajarro su ya famosa frase: “No se hagan bolas, el único candidato del PRI a la presidencia de la república es Luis Donaldo Colosio”.

El conjuro de Salinas no ahuyentó la candidatura fantasma de Camacho, a quien la maledicencia popular empezó a identificar como el subcandidato, en franca alusión al subcomandante Marcos, líder de los guerrilleros con quien negociaba en Chiapas. Por el contrario: la experiencia de la población en sexenios anteriores indicaba que a los políticos debía de leérseles al revés, como cuando Echeverría dijo que no habría devaluación o como cuando López Portillo aseguró que defendería el peso como un perro. En ese sentido, la intervención del mandatario generó un efecto contraproducente.

El 31 de enero, Proceso resumió lo que le ocurría a Colosio con una frase lapidaria en su portada, que incluía una fotografía del priista en close up: “Un mes en el limbo”. La nota firmada por Gerardo Galarza y Raúl Monge era contundente:

“Rebasado por los acontecimientos de Chiapas, opacada por decisiones presidenciales, acosada por rumores, especulaciones y temores, con actos fugaces y superficiales, la campaña del candidato del PRI a la presidencia de la República transcurre entre la indiferencia y hasta el choteo de buena parte de la población, a pesar de que el partido oficial echó mano ya de las ‘prácticas políticas premodernas’, supuestamente desterradas.

“En apenas 20 días, Luis Donaldo Colosio ha visitado una tercera parte de los estados de la República. Sus giras se han desarrollado en medio de la desorganización, la improvisación, el desinterés de los militantes, la retórica sin eco, el dispendio, las extremas medidas de seguridad”.

En el frente externo, las críticas le llovían a Colosio. La oposición panista y perredista le pegaba con todo, igual que varios analistas políticos independientes. Lo señalaban como “candidato de la continuidad y del continuismo”, “candidato sin vida propia”, “reelección mental de Salinas”, “personaje sin fuerza y sin carisma”, “instrumento para instaurar un nuevo maximato”, entre otros.

José Luis Soberanes, en su declaración ministerial filtrada a la prensa en abril de 1996, señaló que el nombramiento de Camacho “rompió una regla no escrita del sistema político mexicano, al habilitar para una eventual sustitución de la candidatura a una persona que había sido uno de los finalistas importantes antes del 28 de noviembre”. Todos los colaboradores de Colosio coincidieron con eso. Entonces fue cuando se inició “la campaña contra la campaña”, según definición acuñada por ellos mismos.

A partir de ese momento –concluyó el fiscal Pablo Chapa en el informe que presentó al procurador y al presidente—otro enemigo a vencer fue la prensa. Teresa Ríos, la secretaria privada del candidato, relató que los colaboradores de Colosio se percataron pronto de que su campaña no se conducía como solía suceder anteriormente; Camacho tenía más notas periodísticas que el candidato. Federico Arreola opinó: “No es posible que este partido tan fuerte no haya podido conseguir que los actos del candidato a la presidencia salieran destacados en la prensa nacional, cuando en la local las actividades del licenciado Colosio era lo más importante. Realmente se apreciaron dos campañas: la de la prensa nacional, que era gris y mala, y la de la prensa local, en la que se reflejaba una buena campaña. Los periodistas nacionales que cubrían la gira no se explicaban por qué en sus medios no le daban importancia”.

Según los colaboradores de Colosio, los actos proselitistas del candidato eran multitudinarios y de carácter festivo, al contrario de lo que la prensa nacional destacaba, al hablar de una campaña “desangelada, floja, que no penetraba, que no impactaba, mientras la realidad y las encuestas electorales daban cuenta de una circunstancia totalmente opuesta”. De nuevo Federico Arreola: “La primera semana se sentía una contracampaña para minimizar la del licenciado Colosio, pero en la segunda semana ya había casi el convencimiento de que Luis Donaldo Colosio sería sustituido por Manuel Camacho Solía”.

Esta situación inquietaba de manera particular al candidato. Incluso, reveló el informe del fiscal especial, el sonorense llegó a expresarle a Salinas su preocupación de ser sustituido. El mandatario, “restándole importancia al sentir de Colosio, le respondió que eso sucedía cada seis años, que no tenía razón para preocuparse”.

Los medios afines al gobierno y al PRI, en cambio, enfocaban todas sus baterías al comisionado para la paz. Sus columnistas lo describían así: “político irresponsable que antepone sus intereses personales a los intereses superiores de la nación”; “priísta indisciplinado cuya ambición por el poder le impide resignarse a no ser el candidato del tricolor”; “hombre desleal al presidente y al partido, que a espaldas de ambos sigue aspirando a la Presidencia de la República”; “leal sólo a sí mismo, impone tiempos y cadencias al conflicto chiapaneco para robarle cámara al presidente y a Colosio”. Y así por el estilo.

El 24 de febrero, el presidente salió en defensa de Camacho, ante la rudeza de sus críticos, como ya lo había hecho, casi un mes antes, a favor de Colosio. Pero los priistas, lejos de validar la recomendación de enero, se hicieron más bolas que nunca al escuchar a decir a Salinas que no había indisciplina del comisionado en Chiapas. Por el contrario, su trabajo lo desarrollaba con “plena dedicación, plena lealtad y compromiso, y también con un gran patriotismo”. Con eso, una vez más, el mandatario hizo crecer la figura del ex regente capitalino y aumentó el nerviosismo del sonorense y de sus seguidores.

LA MARGINACIÓN DE ZEDILLO

La campaña del sonorense navegaba entre la división feroz de su equipo, la indiferencia de Salinas –ocupado como estaba en resolver el problema de Chiapas–, la interferencia de José Córdoba –que quería imponer a varios de sus colaboradores, según los colosistas—y la sombra de Camacho.

El 25 de enero, un día después de que Colosio rechazara públicamente el adjetivo “desangelada” para calificar su campaña, Ernesto Zedillo y José Luis Soberanes se reunieron con sus respectivos equipos de trabajo para evaluar lo que estaba ocurriendo. La junta se efectuó en el segundo piso del edificio dos del CEN del PRI. Allí, Soberanes y los suyos responsabilizaron a Zedillo del deslucimiento de la campaña y dieron voz a la queja de funcionarios medios del partido, que deploraban la decisión del ex secretario de Educación de rebajarles en un 40% su salario.

Como resultado de aquella reunión de evaluación, el coordinador general de la campaña colosista dejó de asistir a las giras del candidato, y aunque oficialmente mantuvo su nombramiento, en la práctica Soberanes empezó a desempeñarse como responsable de la campaña electoral. Una especie de coordinador sustituto, coordinador en las sombras o subcordinador, en un paralelismo revelador del papel que los colosistas y el propio candidato deploraban en Manuel Camacho, a quien prácticamente identificaban como subcandidato, candidato alterno o candidato sustituto del PRI a la presidencia de la República.

Cesáreo Morales y Samuel Palma, éste último jefe de asesores de Donaldo, en el libro Colosio: la construcción de un destino, que vio la luz pública en julio del 95, y del cual son coautores, escribieron:

“Las exigencia reiteradas de Colosio respecto de la calidad de los actos de campaña tenían como destinatario constante a Guillermo Hopkins. Entre ellos existía una relación resuelta y un conocimiento cercano, pero Colosio redoblaba sus demandas a la gente de su confianza, por lo que Hopkins, que había estado presente en las tres campañas de Colosio a cargos de elección popular, recibía nuevas exigencias, sorteaba con destreza una interlocución siempre difícil y sin complacencias entre dos sonorenses y apuraba respuestas y soluciones inéditas en la organización de los actos.

“Al mismo tiempo, el partido se movilizaba en toda la República: reuniones con la dirigencia en los estados, con los consejos políticos, revisión de las estrategias, encuentro con los promotores del voto realizadas, todo ello coordinado por José Luis Soberanes que encabezaba el Programa de la Campaña del PRI (…)”

Alfonso Durazo, a su vez, confirmó la tendencia de Colosio: “Su eficacia no se agotaba en la de sus colaboradores formales: los sustituía sin relevarlos. No creaba instancias paralelas, pero sí alternas y por la vía de los hechos buscaba conductos, y aún instancias que le daban resultados”.

La marginación de Zedillo y el crecimiento interno de la figura de Soberanes, fue interpretada por los colosistas, y por algunos observadores cercanos, como el inicio de un distanciamiento entre Colosio y el “grupo de interés” auspiciado e impulsado por el número dos de Los Pinos, José Córdoba Montoya. La lógica parecía imperar: Soberanes y Colosio se conocían desde jóvenes, cuando ambos estudiaban en el Tecnológico de Monterrey. Tan cercana era la relación que el colaborador del sonorense se había convertido, pocos años atrás, en padrino de bautizo del niño Luis Donaldo Colosio Riojas. Era, pues, compadre del candidato.

La pugna entre Zedillo y Soberanes estalló el 8 de febrero cuando se reunieron nuevamente, al frente de sus respectivos equipos, para evaluar la campaña. Volvieron a culparse mutuamente de los problemas. El coordinador acusó a los colosistas de no evolucionar y de porfiar en una campaña al estilo tradicional, con el acarreo y los vicios de siempre. Soberanes y su gente reclamaron que el grupo de Zedillo, además de derrochar dinero en el alquiler de un edificio en el sur de la ciudad, pretendía imponer en la campaña “modelos europeos y estadounidenses, ajenos a la idiosincrasia mexicana”.

Mientras esto sucedía al interior del equipo colosista, Manuel Camacho no negaba que seguía aspirando a la candidatura presidencial. El comisionado para la paz concedió una entrevista al diario estadounidense The Wall Street Journal que se publicó el 18 de febrero. En ella explicó que la percepción pública sobre su eventual candidatura lo ayudaba en su posición negociadora con el EZLN. Esta interpretación escandalizó a los colosistas.

LA REVANCHA DE MANUEL CAMACHO

A pesar del escepticismo de la mayoría de los integrantes del gabinete salinista, Camacho logró sentar a la mesa de negociación a los zapatistas. Las Jornadas para la Paz y la Reconciliación en Chiapas se realizaron del 21 de febrero al 2 de marzo en la catedral de San Cristóbal de las Casas. En ese lapso, la atención nacional e internacional se volcó en esos diálogos. Diariamente, al terminar cada sesión, se informaba a los medios de todo el mundo los avances en las negociaciones.

Después de 11 días, las partes llegaron a un principio de acuerdo. Los compromisos gubernamentales ante las demandas del EZLN fueron incluidos en un documento que se dio a conocer el 2 de marzo en San Cristóbal de las Casas. El compromiso de Camacho ante Salinas de lograr resultados mediante una guerra relámpago o blitzkrieg en un máximo de sesenta días, se había cumplido puntualmente, incluso con anticipación. El plazo vencía el 10 de marzo. Consecuentemente, lo que el presidente esperaba de su amigo era que se retirara del cargo, que se dedicara a viajar y que regresara a México después de las elecciones de agosto.

El 4 de marzo, dos días después de que se anunciaran los acuerdos con los zapatistas, Salinas presidió una reunión de gabinete a la que invitó al exitoso negociador. Ahí les pidió a todos dar cabal cumplimiento a los compromisos asumidos por el gobierno de la República y el gobierno estatal; giró instrucciones concretas a cada uno de los encargados de despacho y, desde luego, elogió el desempeño de su amigo.

Camacho, sin embargo, tomó la palabra y les reprochó a sus ex compañeros de gabinete que no hubieran creído en él durante los años anteriores. Salinas contó después que fue necesaria su intervención, a fin de matizar aquella “reacción visceral” que mucho sorprendió a los secretarios. Con ello intentaba evitar que “se rompiera la armonía” y se incumplieran los acuerdos.

Casi de manera simultánea, mientras se realizaba la reunión de gabinete en Los Pinos, al sur de la ciudad, en las instalaciones del IFE, Luis Donaldo Colosio registraba su candidatura presidencial ante el organismo electoral, acompañado por la dirigencia en pleno de su partido, adeptos y familiares.

La nube de reporteros que cubría el evento todavía esperaba alguna sorpresa de última hora: el registro de Camacho en lugar de Colosio. Pero no ocurrió. A pesar de ello, en la tumultuosa conferencia de prensa posterior, algunos periodistas atosigaron al sonorense con preguntas sobre la posible candidatura del comisionado para la paz.

“El PRI ya tiene candidato”, puntualizó Colosio, y luego subrayó que Camacho, como priista, estaba cordialmente invitado a la fiesta de aniversario del partido, el domingo 6, en el Monumento a la Revolución.

Al día siguiente del registro, el 5 de marzo, y junto con la información alusiva, El Universal, diario propiedad de Juan Francisco Ealy, amigo cercano y partidario de Luis Donaldo, publicó en primera plana una columna de Félix Fuentes en la que criticaba la actitud del comisionado para la paz y denunciaba presuntos actos de corrupción de Alejandra Moreno Toscano, colaboradora cercanísima de Camacho que formaba parte de su equipo en Chiapas. Los señalamientos aludían al desempeño de la doctora en historia como secretaria de Desarrollo Social del DF durante la gestión como regente del comisionado para la paz.

En respuesta, Camacho desairó a Colosio. No asistió a la celebración del aniversario número XLV del PRI, fiesta en la que el candidato pronunció su famoso discurso del 6 de marzo con el que presuntamente habría iniciado su distanciamiento del presidente de la República. Por primera vez omitió el nombre de Carlos Salinas en sus arengas. La apología del maestro empezaba a quedar atrás.

El día 8, Colosio criticó el programa Hoy no Circula, implementado por el regente Camacho en el Distrito Federal, durante una entrevista radiofónica. En respuesta a una radioescucha expresó:

“Tenemos que atacar de frente y de raíz la corrupción que hay en los centros de verificación. Tenemos que analizar programas y erradicar la demagogia, como por ejemplo en el Hoy no circula, que fue contraproducente, a mi juicio, porque aumentó el número de vehículos circulando en la ciudad de México y eso todo mundo lo sabe”.

Ese mismo día, The Wall Street Journal publicó en primera plana un análisis sobre “las fuertes tensiones en el escenario político mexicano, en tanto Camacho decide si se lanza como candidato”.

El diario estadounidense destacó que los simpatizantes del comisionado para la paz podían mantener vivas sus posibilidades hasta el 21 de julio, suponiendo que no se convirtiera en candidato declarado para el martes (15 de marzo). El registro podía lograrse hasta un mes antes de las elecciones (21 de agosto), convenciendo a otro candidato de que renunciara.

El texto institucional del periódico neoyorkino reveló:

“Observadores políticos afirman que, debido a que Camacho es la única amenaza real para Colosio, ha sido intimidado para que se salga de la contienda. Y dicen que estas acciones intimidatorias han provenido de los políticos de línea dura del PRI y de otros que han podido amasar grandes fortunas comerciando con sus influencias y que tienen un interés obvio en asegurarse de que el PRI permanezca en el poder.

“Entre las acciones de hostigamiento contra Camacho están el inicio de auditorías de casi cada proyecto que él y sus colaboradores efectuaron en la jefatura del Departamento del Distrito Federal. Los oponentes de Camacho también se han esforzado para que sean destituidos de sus puestos muchos de los directores que dejó Camacho cuando renunció. Otro síntoma de guerra contra Camacho son las columnas políticas en los principales diarios del país, atacando a colaboradores del ex regente. Y mientras tanto, ante la inseguridad del escenario político, el mercado de valores mexicano ha perdido más del 10% de lo ganado el año pasado”.

Años después, en las indagatorias del caso Colosio, quedaría constancia de las presuntas amenazas de muerte formuladas por varias personas en contra de Camacho. El afectado mencionó concretamente a Raúl Zorrilla Cosío, responsable de Relaciones Públicas de la campaña colosista, mismo puesto que conservó con el candidato sustituto, Ernesto Zedillo.

A la acusación de Camacho, Zorrilla respondió:

“Es totalmente falso y fuera del orden (…) se basa en supuestos chismes (…) Se me hacen sumamente graves sus aseveraciones y una vez más denotan su personalidad protagónica y megalómana. Soy un hombre suficientemente inteligente para no hacer una aseveración de esta naturaleza porque sé las repercusiones que puede tener. Una vez más enfatizo que ese señor miente (…) en cambio, yo sí con hechos sé que a partir de los sucesos del velorio del licenciado Colosio, comentó al señor Emilio Azcárraga y al señor Gabriel Alarcón, que eso no se iba a quedar así y que yo se las iba a pagar”.

¡ZÓ-CA-LO, ZÓ-CA-LO, ZÓ-CA-LO!

Todo apuntaba a la ruptura cuando el comisionado para la paz citó a conferencia de prensa, el viernes 11 de marzo de 1994, en el hotel Sttouffer Presidente, para “definir su posición política”. La cita era a las 2:30 pero no llegaría sino hasta una hora después. El ex regente se había reunido previamente con Salinas en Los Pinos, de 1:15 a 2:15 de la tarde. Antes de que llegara a la residencia oficial, había hecho lo propio el secretario general del PRI, José Luis Lamadrid.

La información rápidamente se difundió. Varios reporteros decidieron no esperarse a la conferencia de prensa y se apostaron frente a la puerta uno de Los Pinos, ubicada por Parque Lira. Ahí aguardaron a Camacho. Cuando salió, acompañado por Marcelo Ebrard, su brazo derecho, le preguntaron atropelladamente: “¿Va a decir cosas importantes? ¿Ya se decidió? ¿Por fin se lanzará?”. Sonriente, sin ocultar el gusto por la expectativa que había creado, el ex regente contestó: “Nos vemos a las tres y cuarto. Si no van ustedes se lo van a perder”.

Rostro muy distinto tenía el presidente. Llegó muy serio, desencajado, media hora más tarde de lo programado, a una reunión con empresarios exportadores y funcionarios del área comercial de su gobierno, en el salón Carranza de la residencia oficial.

La seriedad de Salinas, lo contento de Camacho y la estancia de Lamadrid en Los Pinos, despertaron todo tipo de especulaciones entre los reporteros que cubrían las actividades presidenciales. Crecieron cuando varios que varios empleados del área de prensa fueron llamados con urgencia por su jefe, José Carreño Carlón, para darles instrucciones y enviar cámaras y micrófonos a la conferencia del comisionado.

Cerca de las tres y media de la tarde, el ex regente capitalino arribó al hotel donde formularía su mensaje, entre gritos de apoyo de empleados, huéspedes, comensales y curiosos. Con paso firme cruzó las puertas de cristal de la entrada y se dirigió al salón donde ya lo esperaba un tumulto. En aquella ocasión, ni la espera de más de una hora irritó a los representantes de los medios nacionales y extranjeros. Un nutrido aplauso recibió al comisionado, acompañado por gritos de aliento.

Parecía más un mitin que una conferencia de prensa. Entre los reporteros había una buena cantidad de partidarios de Camacho que se habían colado al evento. Él, sonriente, posaba para los fotógrafos y camarógrafos. Lo hacía con gusto: se notaba que estaba en su ambiente. “Por favor, dejen que los de atrás puedan tomar sus placas”, pedía el propio Camacho, su rostro cubierto por las cámaras.

Reconoció de entrada, casi al empezar a leer el texto previamente preparado, “el apoyo decidido” del Ejército Mexicano a favor de la solución política en Chiapas. Inmediatamente después, denunció: “Se ejercen presiones para que este comisionado se retire de la vida política del país”.

Y se lanzó por ese camino:

“Hoy se dice que Camacho puede crear problemas, cuando la tarea de este comisionado siempre ha estado y estará en contribuir a la estabilidad económica, política y financiera del país.

“Hoy se quiere presionar a este comisionado inventando problemas administrativos a quienes son hoy sus colaboradores en Chiapas, cuando es del conocimiento público la honradez con la que se manejaron las decisiones en los altos niveles de la administración del gobierno de la ciudad de México. Precisamente quienes filtran esas informaciones falsas son quienes sí están asociados y defienden la corrupción”.

La primera interrupción de los asistentes. Se desataron los vivas y los aplausos. El ex regente respondió entonces a las críticas que había hecho Colosio al programa Hoy no Circula, pero sin mencionar su nombre:

“Hoy se dice que si Camacho toma una decisión en contra, se afectarán los intereses del PRI, pero no se considera que algunos de los programas que él encabezó en la ciudad de México siguen teniendo el apoyo mayoritario del Distrito Federal”.

El evento era ya, a esas alturas, un desorden. Fotógrafos y camarógrafos se abrían paso en el salón, a codazos y empujones, buscando un mejor lugar para captar las imágenes de la estrella. En la pugna, un fotógrafo y un camarógrafo a punto estuvieron de liarse a golpes.

“A ver –interrumpió Camacho su discurso–, vamos a aplicar aquí un poquito de conciliación, compañeros. Voy a llegar a la parte más buena y me voy a tener que ir sin decirla”.

Las carcajadas y los aplausos atemperaron los ánimos exaltados de los rijosos. Entonces se puso serio el mediador y continuó con sus definiciones:

“No, no acepto que algunos me quieran convertir en el factor que explique las ineficiencias de otros. Camacho ha demostrado lealtad al presidente de la República y efectividad en las tareas que se le han encomendado. Tomo mis decisiones de acuerdo con lo que considero más útil a los intereses de México, de la nación”.

Aludiendo a Colosio puntualizó:

“Camacho no será problema para que las candidaturas cumplan su responsabilidad de consolidar las campañas y demostrar su efectividad a los ojos del pueblo. El espacio siempre ha estado libre. Lo que no estoy dispuesto a hacer, es dejar de ejercer a plenitud mis derechos ciudadanos (…) Yo no puedo, por una razón de cálculo o en atención a presiones, cancelar mi vida en la política y lo que en la política represento”.

En esa línea, “para garantizar la estabilidad política y económica del país”, el comisionado subrayó la necesidad de “adoptar con resolución el tránsito ordenado hacia la democracia”, pues lo que había demostrado Chiapas era que, “si las fuerzas de la moderación y del cambio democrático y pacífico no se fortalecen, la defensa de los grupos de interés hará mucho más difícil la gobernabilidad, al generar divisiones profundas”.

Camacho advirtió que no actuaría “por presiones ni de manera precipitada” y que su función era “contribuir a la unidad y participar en la transición democrática de México”. Entonces planteó las opciones que veía en su futuro:

“Un camino que yo considero hoy lo más conveniente sería si se apoyan las reformas al IFE y al Cofipe, de tal suerte que se cumpla debidamente el acuerdo para la paz, la justicia y la democracia que suscribieron los partidos políticos y los candidatos a la presidencia, y si se dan las condiciones para que yo pueda contribuir a dar garantías a la transición democrática, después de cumplir con mi misión en Chiapas, mi papel sería apoyar la transición democrática en México y defender sus resultados.

“Otro camino: Si no se avanza en la democracia, y si en vez de acuerdos hay polarización, si se quieren conculcar mis derechos políticos como ciudadano, entonces, después de cumplir mi misión en Chiapas, tomaría la decisión política necesaria para hacer avanzar la democracia y propiciar la unidad de México”.

Un aplauso unánime irrumpió en el salón. Y se desataron los gritos de adhesión. El comisionado salió del salón en medio del tumulto, prácticamente en vilo. La crónica de Carlos Acosta y Raúl Monge, reporteros alejados de la sospecha y de la práctica dócil del periodismo, es más que elocuente:

“Poco faltó para que lo llevaran en hombros. Escena de apoteosis, el recorrido hasta su auto, a las puertas del hotel: jaloneos, codazos, tropiezos, golpes, histeria…con tal de estar junto a Camacho que, sudoroso pero radiante y con un evidente gozo íntimo reflejado en el rostro, disfrutaba su poder de convocatoria y veía cómo muchos, realmente muchos periodistas, perdían momentáneamente esa condición para convertirse en francos simpatizantes suyos.

“Los gritos de Zó-ca-lo, Zó-ca-lo y Ca-ma-cho, Ca-ma-cho de los propios periodistas, sintetizaban el ánimo pro camachista de la jornada. Grabadoras y cámaras nunca se despegaron de Camacho en ese recorrido. Como si hubiera sido insuficiente su largo discurso, las preguntas se sucedían en cascada, atropelladas. E inquirían, entre broma y veras, ponderar su relación con Colosio, su posible separación del PRI, su candidatura por el Partido Verde, el Hoy no Circula, si se quitará Marcos el pasamontañas, si va a demandar a los columnistas que lo atacan, si quiere ser senador, donde anda su novia que no aparece desde antes del destape, que si le ha declarado la guerra al presidente, cómo veía Cárdenas, que si se va a ir del país.

“Y como pudo, subió a su vehículo en el que lo esperaban la doctora Moreno Toscano, Eníquez Cabot, Ignacio Marván, Roberto Salcedo. El automóvil partió rumbo a Jardines de Vista Hermosa, delegación Cuajimalpa, en donde reside”.

LA CONFRONTACIÓN SALINAS-CAMACHO EN LOS PINOS

Dos horas antes del inicio de la conferencia de prensa, Camacho sostenía un acre desencuentro con el presidente en la residencia oficial de Los Pinos. Los detalles de la reunión fueron corroborados después por los propios protagonistas y, de manera indirecta, por José Córdoba y Jorge Carpizo. Sus testimonios pueden encontrarse en el Tomo IV de las conclusiones de la Fiscalía Especial del Caso Colosio.

–¿Expresó al licenciado Carlos Salinas –preguntó el Ministerio Público—alguna opinión sobre la campaña del licenciado Luis Donaldo Colosio?

–Después de que regresé de Chiapas –respondió Camacho–, era uno de los temas que se discutían centralmente, sobre todo vinculado con la posibilidad que manejaban los medios de que yo pudiera ser candidato a la presidencia de la República. Ese tema era el tema de discusión general y prácticamente todos los sectores lo mencionaban.

–¿Qué comentarios le hizo el licenciado Carlos Salinas a raíz de lo anterior?

–La principal preocupación que me externaba el presidente Salinas era que en los medios políticos se había creado la impresión de que yo quería ser presidente de la República.

Salinas de Gortari, relató Camacho, le pidió que se pronunciara de manera categórica en el sentido de que no tenía aspiraciones a la presidencia. “Ese fue el punto central desde la primera platica que tuve con él, después de las negociaciones de paz en San Cristóbal”.

–Precise por favor cuál fue su respuesta –requirió la fiscalía.

–El día 11 de marzo habíamos quedado –contó Camacho—que yo haría una declaración pública al respecto, con la que yo estaba de acuerdo. Pero en esos días ocurrieron una serie de hechos que me llevaron a fijar una posición como la que presenté en la conferencia de prensa.

“Yo fijaba mi posición –continuó más adelante–: Prefería ser un factor que empujara la transición a la democracia (es decir, no quería ser candidato, quería utilizar mi prestigio político para asegurar la paz y hacer los cambios en el país), pero no estaba dispuesto a restringir mis derechos ciudadanos (por la vía de las presiones y las amenazas), ni a permitir que se expusiera el proceso de paz en su conjunto”.

Carlos Salinas describe un alto nivel de tensión, al punto incluso de la ruptura:

“Le pedí al licenciado Manuel Camacho que se pronunciara con claridad sobre su concentración exclusiva en las tareas como comisionado para la paz, pero éste respondió que pensaba hacer una declaración pública en la que señalaría grupos, personas e intereses que eran contrarios a su labor y desempeño como comisionado (…) Le dije que afirmaciones sin sustento sólo dañaban el clima de armonía pública, iban en demérito de su actuación (…) que si se empeñaba en hacer una declaración sin sustento, inmediatamente anunciaría su remoción como comisionado para la paz”.

La versión de Córdoba, que platicó con el presidente, al término de la reunión del 11 de marzo:

“Me comentó que había sido una reunión muy difícil (…) que lo sentía muy sensible a críticas que se habían expresado en torno a su gestión como comisionado para la paz y a su papel en el escenario político nacional, que esa sensibilidad lo había llevado a incorporar en el proyecto del texto que sometió a su consideración, algunas frases inconvenientes que el presidente le solicitó omitir (…) Me dijo que había tenido que hablar con el licenciado Camacho con cierta firmeza”.

A Jorge Carpizo, Salinas le comentó que había tenido dificultades con Camacho por declaraciones que éste pensaba hacer. El presidente las consideró “inconvenientes” y exigió a su subordinado que excluyera “ciertos párrafos”.

La crónica de Carlos Acosta y Raúl Monge, corrobora la modificación del texto que pronunció el comisionado para la paz en Chiapas, el 11 de marzo: “a la mitad del discurso, parte del cual corrigió antes de leerlo….”

Y la declaración ministerial de Manuel Camacho:

“Se lo presenté (el comunicado) antes de darlo a conocer y fue motivo de una profunda confrontación personal. Las palabras exactas no las recuerdo. El presidente me exigió que hiciera esa declaración (que ya no aspiraba a la presidencia). Me amenazó si no lo hacía. Le dije que yo por esa fuerza no me iba a doblar y que yo estaba dispuesto a hacerlo, pero no en las condiciones que se me querían imponer, sobre todo después del trabajo que habíamos hecho para frenar la guerra en Chiapas, y que entre otras cosas había tenido un efecto favorable en la campaña del PRI (…) esto, en contra de todas las versiones que después podríamos aclarar respecto a la campaña contra la campaña. Le dije al presidente que mi objetivo no era la candidatura, que mi objetivo era que se firmara la paz, pero que con esos métodos yo no iba a hacer lo que me pedían.

“El presidente sabía que la paz era mi flanco débil y entonces vino la amenaza mayor: o tú aceptas, o dejas de ser comisionado para la paz. Lo cual significaba que se venía abajo todo el proceso. Me pidió que hiciera algunos cambios al documento. Algunos los tomé en cuenta, otros no, y así llegué al hotel Presidente, donde los medios esperaban una candidatura, con la posición anticlimática de decirles que yo prefería ser un factor a favor de la transición”.

EL ENCUENTRO CAMACHO-COLOSIO

Salinas se había convertido en rehén no de su amigo, sino de su propio manejo del poder. Se había enredado en sus propias maquinaciones. A esas alturas le quedaba muy claro. La única salida para resolver el problema era convertirse él mismo en mediador y parar el pleito entre Camacho y Colosio. La única forma de lograr este propósito era sentarlos frente a frente hasta que resolvieran sus diferencias. El caso es que ambos ganaran con la negociación.

Se pactó, entonces, la famosa cena del 16 de marzo entre ambos, en casa del entonces delegado político en Azcapotzalco, Luis Fernández Martínez del Campo. La trama de esa historia es la siguiente:

“Conversamos (Donaldo y él) –dijo Salinas en su declaración ministerial—de cómo coadyuvar a que el licenciado Camacho terminara con sus ambigüedades y se concentrara en su trabajo como comisionado, y coincidimos en que una manera de lograrlo era con este trato directo con el licenciado Colosio hacia él, personal”.

–La reunión que el 16 de marzo tuvieron tanto el candidato como el comisionado ¿fue producto de una instrucción o sugerencia del declarante a alguno de los protagonistas de dicha reunión? –preguntó, circunspecto y formal, el fiscal Luis Raúl González Pérez.

–Fue resultado de un diálogo con el licenciado Colosio –respondió Salinas, con todo el protocolo del caso–. No quiero decir que haya sido lo único que decidió al licenciado Colosio, pero testifico lo que conozco

Martínez explicó los entretelones del encuentro:

“El día 10 de diciembre de 1993 tuvimos una conversación Manuel Camacho y yo y me dijo que estaría entregado a la tarea que le había encomendado el presidente. (…) le propuse que se buscara un encuentro con Colosio (…) sabiendo que yo era amigo de Colosio, y si se daban las condiciones, sería conveniente que se abriera un espacio para que platicaran. El 17 de diciembre Colosio estuvo en una verbena popular en Azcapotzalco y el 18 coincidí con él en una cena en la casa de Enrique Jackson. Platicamos y al día siguiente me llamó por teléfono y quedamos de tener a la brevedad un encuentro (…) se pospuso por mucho tiempo por las actividades propias que realizábamos (…) tuvimos varios acercamientos telefónicos (…) pero fue hasta el mes de marzo, después del día 6, cuando él me llamó y tuvimos una larga conversación en el PRI, en donde él me dio a escoger las fechas que considerara pertinentes para el encuentro (…) posteriormente Camacho en la misma forma me dio su agenda y fui yo el que definió el encuentro el día 16 de marzo en mi domicilio”.

El mayor Germán González Castillo, responsable de la seguridad personal de Colosio, relató en su declaración ministerial:

“Veníamos de un evento en Toluca y dentro de la agenda venía señalada una reunión en las calles de Gelatti. Llegamos y todavía no estaba ahí Camacho Solís. Se encontraba el que era delegado en Azcapotzalco (…) me salí y me quedé en la camioneta. Como a los veinte minutos llegó Camacho Solís. Cuando salió lo único que me dijo fue: ‘vámonos’. (…) yo pienso que el licenciado Colosio al salir estaba cansado”.

El anfitrión contó que él estuvo presente solamente al inicio de la conversación. La cena entre Camacho y Colosio duró de las 21:35 horas a las 23:50, aproximadamente. En dos o tres ocasiones fue llamado por alguna cortesía de Luis Donaldo, pero Martínez fue ajeno al diálogo que hubo entre ellos. Cuando concluyó la cena fue la última vez que lo llamaron. El ex regente le dijo: “Hemos terminado”. Y luego le pidió que acompañara a Donaldo a su auto.

Para el comisionado, el encuentro con su rival político fue muy fructífero. Lo interpretó como un armisticio. Incluso comentó con el anfitrión del encuentro que el sonorense le había ofrecido la opción de ser senador por el Distrito Federal o secretario de Gobernación en su administración. También habían comentado su impresión de que Córdoba estaba detrás de las campañas periodísticas.

Los camachistas interpretaron aquel encuentro como la deposición definitiva de las armas por ambas partes, pero la versión de los colosistas fue muy distinta, según se puede apreciar de sus declaraciones.

Alfonso Durazo: “La apreciación del declarante es que los resultados no fueron alentadores, es más, no alteraron de fondo el nivel de la tensa relación que prevalecía entre ellos”.

Carlos Salinas lo sintetizó con una frase de Colosio, cuando le preguntó por el resultado del encuentro:

–Ya ve como es Manuel. Me dediqué a escuchar.

Por Redaccion

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