Las cosas por su nombre

Por Ramón Alfonso Sallard

¿En serio AMLO considera su amigo a un fascista como Ricardo Salinas Pliego? Ese es, a mi juicio, el tema de fondo, no los burdos mensajes de extorsión que el oligarca difunde en Televisión Azteca –empresa que opera mediante concesión otorgada por el Estado–, para evitar pagar los miles de millones de pesos que debe al fisco.

Ya van dos ocasiones en que el mamarracho amenaza públicamente al presidente con difundir audios, videos y documentos sobre actos de corrupción que se habrían registrado durante la administración actual. En ambos casos, sin embargo, se ha abstenido de difundir las pruebas que dice poseer, a pesar de que AMLO lo ha urgido a hacerlo, también de manera pública.

Lo más llamativo de estos episodios es el cuidado de las palabras con las que López Obrador se refiere a Salinas Pliego, a diferencia del lenguaje ríspido que suele utilizar con otros evasores fiscales y traficantes de influencias como él.

Un nuevo elemento de la disputa fue revelado en la mañanera de ayer por el mandatario: la quita de 8 mil millones de pesos que ofreció el gobierno actual al oligarca, a fin de animarlo a pagar su adeudo fiscal (superior a los 26 mil millones de pesos) y concluir con los litigios de más de una década entre éste y la autoridad hacendaria. Que la propuesta fuese rechazada no disminuye la gravedad del acto.

¿Qué le debe el tabasqueño a este rufián de manual? O, más bien, ¿qué le sabe el extorsionador, que justifique la dejadez presidencial? En lo personal, me indigna el trato privilegiado al magnate de medios, sobre todo si se contrasta con el silencio de López Obrador frente al discurso de odio, abiertamente discriminatorio de Salinas Pliego, en contra algunos partidarios de la 4T como Citlalli Hernández, secretaria general de Morena, a quien ha acosado en redes sociales por su aspecto físico.

¿Un izquierdista es capaz de sostener una relación de amistad con un fascista? Francamente lo dudo, pues sus intereses, objetivos y métodos difieren frontalmente. Desde luego, no toda la derecha es fascista. Esta doctrina política totalitaria, que nació en Italia a principios del siglo XX, se diferencia de otras corrientes derechistas –conservadores, liberales clásicos y neoliberales—por dos aspectos fundamentales: el uso de la violencia como instrumento político legítimo para eliminar a los enemigos y mantener el control social, y el culto a la personalidad del líder.

El fascista posee una personalidad autoritaria cuyas principales características fueron descritas en 1941 por Erich Fromm en su libro “Miedo a la libertad”. Sin embargo, el estudio fundamental, en este campo, es la obra de Theodor W. Adorno y sus colaboradores, publicada en 1950: “La personalidad autoritaria”. Esta investigación describe los rasgos del individuo potencialmente fascista, cuya estructura de la personalidad es tal, que lo hace particularmente sensible a la propaganda antidemocrática. Por un lado, existe una fuerte disposición a la sumisión, y por el otro, un poderoso impulso hostil y agresivo. En el primer caso existe una creencia ciega en la autoridad y en la obediencia esmerada a los superiores, y en el segundo prevalece el desprecio a los inferiores y la disposición a atacar a los débiles o a las personas que se consideran socialmente como víctimas.

El autoritario tiende a pensar en términos de poder y reacciona con furia ante todos los aspectos de la realidad que afectan, real o imaginariamente, sus relaciones de dominio. Se refugia en un orden estructurado de manera elemental e inflexible, es intolerante frente a las ambigüedades, piensa y se comporta a través de estereotipos, y acepta todos los valores convencionales del grupo social al que pertenece.

Los fascistas son ferozmente anticomunistas y antisocialistas. Detestan el concepto de “igualdad”. Por eso Salinas Pliego y sus voceros se oponen a todos los programas sociales redistributivos del gobierno de AMLO. Esa es también la razón ideológica de la campaña de Televisión Azteca contra los libros de texto gratuito el año pasado. Según el barbaján regio, la Nueva Escuela Mexicana alecciona a la niñez mexicana a favor del comunismo.

Ricardo Salinas Pliego siempre ha sido un tipo prepotente, arbitrario e inescrupuloso. Su fortuna está fincada en dos pilares: herencia familiar y tráfico de influencias. Del primer aspecto se ha ocupado de manera profusa el periodista Álvaro Delgado. La segunda vertiente está ampliamente documentada por diversas fuentes. Sólo recordaré dos casos:

Al polemizar con la 4T ha vuelto a circular una entrevista de Ciro Gómez Leyva a Raúl Salinas de Gortari, poco después de ser excarcelado, en la que éste se queja de que Salinas Pliego no le ha pagado el préstamo personal de 28 millones de dólares que le hizo para que adquiriera Imevisión, hoy renombrada como TV Azteca, durante el gobierno de su hermano Carlos Salinas de Gortari. Hasta hoy, la revelación del delito de tráfico de influencias no ha tenido consecuencias.

El otro caso fue el despojo violento de Canal 40 a su legítimo concesionario, Javier Moreno Valle, con quien el regiomontano mantenía una disputa contractual. El asunto se dirimió al estilo mafioso: un comando armado enviado por Salinas Pliego tomó por asalto las instalaciones de Canal 40 en el Cerro del Chiquihuite. De este episodio surgió una frase célebre del entonces presidente Vicente Fox, quien, ante el reclamo del afectado para que interviniera, dada la evidente vulneración del estado de derecho, exclamó: “¡¿Y yo por qué?!”.

El concesionario de Tv Azteca ha mantenido relaciones cercanas con todos los presidentes de la República, de Salinas en adelante, pero sólo con AMLO habló propiamente de “amistad”. Los afectos se rompieron, sin embargo, por el empecinamiento del mandatario en cobrarle al oligarca lo que debe al fisco, tal como lo hizo con otros personajes de ese estrato social.

En realidad, AMLO ha sido demasiado condescendiente con su presunto amigo, pues solamente se ha concretado a cobrarle lo que debe al fisco, sin que la administración actual formule contra él una denuncia penal por defraudación fiscal, a pesar de estar probado en expedientes legales las maniobras fraudulentas que hizo Salinas Pliego en 2008 para evadir el pago de impuestos. ¿Qué sigue? ¿Justicia y gracia o la ley a secas?

Al culebrón le restan todavía varios episodios.

Por Redaccion

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