Por Ramón Alfonso Sallard

Campbell y la era de la criminalidad en las listas del PRIAN

Los nombres que aparecieron en las listas de candidatos plurinominales al Senado y a la Cámara de Diputados por parte de la coalición que integran los partidos PRI, PAN y PRD me hicieron recordar, inevitablemente, a Federico Campbell y su obsesión por documentar la criminalización del Estado mexicano desde el periodismo, la literatura y el análisis.

Justamente el título de la presente columna remite al libro póstumo de Campbell, La era de la criminalidad, que vio la luz pública en 2014, meses después de su fallecimiento. La obra reúne varios ensayos aparecidos en La invención del poder y en Máscara negra, más algunos textos inéditos que, en conjunto, exploran la relación entre crimen y el poder, al igual que el modo de ser criminal.

No dejo de pensar que, si Federico hubiera vivido más tiempo, se habría dado un festín con el listado actual de los aspirantes a legisladores del PRIAN, pues varios de ellos encajan perfectamente con los modelos criminales que describe en este libro y en otros más, destacadamente en La memoria de Sciascia, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1989.

Tengo muy presente la última vez que nos vimos: fue el 15 de enero de 2014 en El Péndulo de la colonia Roma. También estuvo presente su hijo Federico Campbell Peña. Federico estaba feliz, pleno. Lleno de planes como escritor y como persona. Días antes me había enviado, precisamente, un original de La era de la criminalidad, que aún no tenía fecha de publicación, para comentarios. Desde varios años atrás compartíamos el interés por documentar el proceso de criminalización del Estado mexicano, iniciado en la década de los 80 del siglo pasado.

Lamentablemente, el autor de Pretexta fue hospitalizado días después al regresar de un viaje a su natal Tijuana. Había contraído, quién sabe dónde, el virus AH1N1, la modalidad de influenza que paralizó a la ciudad de México a fines de abril de 2009. Ingresó al hospital cuando ya el virus había causado daños irreversibles a su organismo. Permaneció internado y sedado durante más de dos semanas. Perdió el conocimiento al segundo día y ya no lo recuperó más. Falleció el 15 de febrero de 2014.

La modestia de Federico le impedía asumirse como parte de esa “reserva moral” de México, pero sin duda ocupaba un lugar destacado en ese espacio imaginario que tanto se ha estrechado. Su claridad intelectual le permitía observar que en la era de la criminalidad predominan los intereses particulares por encima de los generales, lo cual redunda en una degradación de la convivencia civil y en una práctica que sólo toma en cuenta las relaciones de poder, al mismo tiempo que identifica a las personas como cosas.

En el libro que dedicó al escritor italiano Leonardo Sciascia, Federico Campbell sintetizó: “De lo que hablamos es de una asociación criminal con fines de enriquecimiento ilícito para sus asociados, que se sitúa como intermediación parasitaria e impuesta con medios de violencia entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado”.

De este mismo libro extraigo otra cita que parece describir con asombrosa precisión el modus vivendi y el modus operandi de este grupo de futuros legisladores enlistado por la coalición opositora:

El contexto en el que se desenvuelve la acción es un mundo en el que las ideas ya no tienen ningún valor, en el que los hombres pertenecientes al Estado actúan con la misma lógica de los hampones y se mueven, con toda familiaridad, entre el crimen y el poder, sin remordimientos, sin sentimientos de culpa, con el mismo apetito y el mismo sueño de alguien que, cansado, se conmueve con el gato al volver a casa por la noche, luego de haber asesinado a unos adolescentes. Un mundo en que sólo cuentan las relaciones de poder. Los intereses. No el bien común. No los intereses de la colectividad. El espíritu público ha desaparecido“.

¿Por qué un hombre generoso como Federico Campbell se fue antes de tiempo? El relato de su muerte y el contexto actual, bien pudieron escribirlo sus admirados Sciascia o Pirandelo con la siguiente premisa: los malos viven y siguen ganando. Permanecen en la vida pública. La prueba son Alito, Marko, Chucho, Anaya, Manlio, Cabeza de Vaca y un largo etcétera. Los buenos como Federico mueren, se van. El misterio no tiene solución.

Por Redaccion

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