Por Ramón Alfonso Sallard

Las Cosas Por Su Nombre

Desde hace varios días, algunos connotados comentócratas –tan circunspectos ellos en otros tiempos– han dejado de lado la pulcritud usual de su prosa para escribir o expresar verbalmente, en todos los espacios mediáticos de que disponen, los más encendidos epítetos y los más soeces insultos en contra del dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, por atreverse a difundir en sus redes sociales el documento de lo pactado entre el PRI y el PAN para repartirse el botín en 2023 y 2024.

En realidad, sorprende que se sorprendan. ¿Se podía esperar otra cosa de Marko Cortés? Creo que no. Su capacidad cognitiva ha sido clarificada por sus actos durante varios lustros. Cuando leo su nombre, la asociación de ideas me remite invariablemente a Helguera, el fallecido cartonista de La Jornada, quien durante años dibujó siempre al panista babeando.  

Vaya. Cuando Xóchitl Gálvez dijo, en el mitin inaugural de su precampaña, que en su equipo no cabían los rateros, los huevones ni los pendejos, todas las miradas de los presentes se posaron en la triada de dirigentes nacionales de los partidos que la respaldan, y que se encontraban a sus espaldas. Pero ellos, tan frescos, siguieron aplaudiendo la ocurrencia de la panista. Alito (el ladrón), Chucho (el flojo) y Marko (el tonto), ni se dieron por aludidos. Alguno de ellos –no recuerdo quién— alegó después que el dardo llevaba distintos destinatarios.

Pero si el señalamiento no era para ninguno de los tres chiflados, como usualmente se les conoce en el bajo mundo del periodismo ilustrado, ¿en quién pensó Xóchitl entonces? Por si las dudas, Creel miró al cielo…y Claudio X. González prefirió citar en su cuenta de equis, antes twitter, algún soso comentario de un tercero. ¿A Guadalupe Loaeza, que todavía creía en ese tiempo en el milagro de la virgen Xóchitl? ¿A Krauze Sr., que exaltaba a la panista como la encarnación del pueblo mexicano? A saber.

Lo divertido del caso Marko Cortés es que la indignación de la comentocracia del antiguo régimen bordeó el contenido del documento revelado para centrarse en la persona del dirigente político. Joaquín López Dóriga lo pendejeó dos veces. A su vez, Javier Lozano, el saco de pus (alias diseñado por el periodista Álvaro Delgado), le llamó “puto mercenario”. Y ayer, el usualmente ecuánime Ricardo Raphael de la Madrid publicó en Milenio los siguientes adjetivos: “orgullosamente corrupto”, “hampón y estúpido”, “monumental tontería”, “la imbecilidad de Cortés”, “fusible fundido” y “desfachatez de extorsionar”. Después de concluir que fue “la limitación neuronal” de Cortés la que lo llevó a publicitar tales acuerdos, plantea “la pregunta obligada” en los siguientes términos: “¿Quién quiere subirse a un carro cuyo conductor va ebrio como una cuba?”.

Justamente ese es el quid del asunto: lo que hizo el dirigente nacional del PAN fue una suerte de striptease político que AMLO no podía desaprovechar en su mañanera. Simplemente le pusieron una bola bobita para batearla de jonrón. A pesar de ello, Marko Cortés persistió en la estulticia. Mediante una nueva publicación en sus redes sociales insistió en que no se trataba de un pacto mafioso, como afirmó el presidente, sino de un ejercicio de transparencia. Sólo le faltó citar el siguiente epígrafe en su texto:

Hoy en día, ya la gente no respeta nada. Antes, poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley (…) Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas.

Al Capone

(Entrevista publicada por la revista Liberty, octubre 17 de 1931)

Por Redaccion

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