Por Ramón Alfonso Sallard
Las Cosas Por Su Nombre

Gregorio Marañón, médico, escritor, historiador y político, perteneciente a la generación española del 14, publicó en 1939 un estudio histórico sobre el emperador romano Tiberio en el que desarrolló su conocida teoría del resentimiento. Justamente esta proposición fue retomada por Carlos Salinas de Gortari en octubre de 2000 para explicar la ruptura entre él y su excolaborador Ernesto Zedillo, a quien eligió para sucederlo en la presidencia de la República, luego del asesinato del candidato priista Luis Donaldo Colosio.

Salinas se encontraba en plena promoción de su libro México. Un paso difícil a la modernidad, ladrillo de 1,294 páginas que, por cierto, me leí completo en su momento. Era esta la primera obra publicada del expresidente. Vicente Fox ya había sido declarado presidente electo de la República, pero todavía gobernaba Ernesto Zedillo. Salinas creyó que México se encontraba en un interregno, y por ello aventuró:

“En los momentos de mayor tensión que siguieron a la muerte de Donaldo, cuando enfrentábamos los apremios para evitar que la crisis se saliera de control, un cercano colaborador me hizo ver tres cualidades del doctor Zedillo que resultaron oportunas para despejarle el camino hacia la candidatura: aprende rápido –me dijo–; suple la inexperiencia con su inteligencia y es un ser humano noble. Esa misma persona me hizo ver también el principal defecto de Zedillo: tiene problemas con su origen, me dijo, y eso lo hace un hombre rencoroso. En aquel momento esto último no me pareció relevante” (p. 895).

La sevicia y el clasismo de Salinas –¿a qué “origen” se refirió? ¿Familiar?, ¿social?, ¿nacional?, ¿étnico? —no quedó ahí. El párrafo citado fue reforzado con una nota a pie de página: “Tiempo después un excolaborador mío me dijo: ‘Deberías haber releído a Gregorio Marañón. En Tiberio, historia de un resentimiento, Marañón escribió que el triunfo, lejos de curar al resentido, lo empeora, y es una de las razones de la violencia vengativa que el resentido ejerce cuando alcanza el poder. De ahí la importancia que el resentimiento ha tenido en la historia”.

Un agravio de esa naturaleza –recordemos cómo eran los rituales del antiguo régimen–, no podía quedar impune. El interregno no era tal. El soberano seguía ejerciendo plenamente el poder y los vasallos se lo reconocían. La respuesta de Zedillo fue violentísima, brutal. Tanto, que Carlos Salinas de Gortari se vio obligado a suspender la promoción y las presentaciones ya programadas de su libro, y rápidamente abandonó el país para retornar a su autoexilio en Irlanda. El mensajero de Zedillo fue Joaquín López Dóriga, en esa época conductor del principal noticiero nocturno de Televisa.

El 10 de octubre de 2000, en el espacio informativo conducido por López Dóriga, se transmitió completa una conversación telefónica que tuvo Raúl Salinas de Gortari desde el penal de Almoloyita, donde se encontraba recluido, con su hermana Adriana Salinas de Gortari, madre de la actual senadora Claudia Ruiz Massieu Salinas, y exesposa de José Francisco Ruiz Massieu, el político guerrerense asesinado en septiembre de 1994 en la calle de Lafragua, Ciudad de México. Precisamente por ese crimen se encontraba preso Raúl, imputado y sentenciado como autor intelectual.

El segmento del programa en cuestión se puede encontrar en Internet. Está alojado en diversas plataformas y también circula en redes sociales. Lo mismo sucede con la transcripción completa de la conversación entre los hermanos, efectuada dos días después de que Carlos Salinas se presentara en el programa Zona Abierta del Canal 2, conducido por Joaquín López Dóriga y Héctor Aguilar Camín, para hablar del contenido de su libro.

En ese espacio, el expresidente defendió todas las acciones de su gobierno y responsabilizó a su sucesor del “error de diciembre”, que causó la crisis económica de 1995 y que derivó en la creación del Fobaproa. Pero lo más llamativo de aquella entrevista fue que Carlos Salinas afirmó textualmente, en referencia a su hermano Raúl: “me traicionó”. Tal acusación hizo que el aludido montara en cólera dos días después, cuando habló con su hermana, a sabiendas de que la conversación estaba siendo grabada por el aparato de inteligencia del Estado mexicano. En la grabación, filtrada a López Dóriga, Raúl reclamó y amenazó:

“[…] Es muy torpe de su parte decir que me exige una aclaración precisa.  Y la voy a dar, Adriana, le voy a tomar la palabra, y lo voy a aclarar todo […]  Todo voy a aclarar. De dónde salieron los fondos, quién era el intermediario, para qué eran, de dónde salieron y dónde fueron […] Y voy a decir qué fondos salieron del erario público para que se devuelvan. Yo creo que con eso la sociedad sí quedará contenta…”

Desde luego, la conversación completa es un manjar. La corrupción desnuda. El cinismo. Y también el resentimiento, aunque, en el caso de su hermano, Carlos no podría atribuírselo a su “origen”, como lo hizo con Zedillo. En otra entrega retomaré esta historia y también profundizaré en la teoría del resentimiento. Al parecer, Carlos Salinas hizo la cita sin haber leído realmente el libro de Gregorio Marañón sobre el emperador Tiberio. Si lo hubiera hecho, no le habría pasado desapercibido el primer párrafo del capítulo II:

“Entre los pecados capitales no figura el resentimiento y es el más grave de todos; más que la ira, más que la soberbia, solía decir don Miguel de Unamuno. En realidad, el resentimiento no es un pecado, sino una pasión; pasión de ánimo que puede conducir, es cierto, al pecado, y, a veces a la locura o al crimen”.

Por Redaccion

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